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Actualizado: 12 de julio de 2025
Hermosa es la pintura que Alas nos presenta de la juventud de su personaje, la tremenda lucha del coloso por la posición social, elegida erradamente en el terreno levítico, y con él hace gallarda pareja la vigorosa figura de su madre, modelada en arcilla grosera, con formas impresas a puñetazos.
Teníale además probado la experiencia que la medida de sus fuerzas no llenaba la del orgullo loco con que se creyó capaz de luchar mano á mano frente al coloso de la política; en Inglaterra como en Francia veía declinar de día en día las estrellas de su reputación y su influencia, que formaban constelación con la de la fortuna.
Uno permaneció mudo, por más que los artilleros improvisados se agitaron en torno de él; otro, al disparar, se acostó de lado por haberse roto una de sus ruedas, aplastando á los que pilló debajo. El tercero funcionó normalmente, y su proyectil, en vez de tocar al coloso, echó á pique dos de los barcos que estaban á la carga.
Sus épocas participaron de su energía y de su grandeza: en derredor suyo y a su ejemplo se produjeron, a modo de emanaciones de ellos, multitud de hombres notables, que recorrieron como satélites su misma carrera. Después de ellos nada. Después del coloso los enanos. Actualmente empezamos a dejar atrás una época que tendrá nombre; el último hombre reverbero ha desaparecido.
Va usted á comer mejor que en los últimos días dijo con el tono maternal que emplea toda mujer cuando se ocupa de la alimentación del hombre que adora . ¿Le siguen gustando á usted los bueyes asados?... ¿Cuántos quiere para hoy, dos ó media docena? Iba á contestar el coloso, cuando un ruido extraordinario vino del lado de la ciudad.
En los pueblos se habla mal del médico, del boticario, del cura, del alcalde; pero ellos, los vetustenses, los de la capital ¿cómo han de contentarse con tan miserable comidilla?». ¡Civis romanus sum! decía Mourelo: «Quiero murmuración digna de mí. Aplastemos, con la lengua, al coloso, no al médico de Termasaltas por ejemplo».
La muchedumbre rió al ver la cara del coloso adornada con estas vedijas blancas, y tal fué su entusiasmo, que, rompiendo con irresistible empuje la línea de jinetes, llegó hasta muy cerca de los enormes pies.
Allí el pobre coloso creyó poder vivir tranquilo, no suponiendo que los hombres fuesen tan locos que lo persiguieran hasta en aquellas apartadas regiones. La pobre ballena dormía muy sosegada, cuando nuestros atolondrados héroes se acercaron á ella cautelosamente.
Pero vosotros, los que, alucinados por esa gloria, admiráis el coloso de la maldad, escuchad; escuchad, sí, un momento; atended un instante y veréis este prodigio disipado, desvanecido, destruido en menos tiempo del que necesitó para elevarse. ¿Dónde encontrar el rastro de su paso?
Iba á quedar allí, prisionero del buque invisible, no más grande que un juguete, el cual lentamente tiraría de él hacia el interior del puerto, ó le retendría inmovilizado, esperando que llegase la flota, avisada por las comunicaciones atmosféricas. Por primera vez en toda la tarde sintió el coloso la angustia del peligro.
Palabra del Dia
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