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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Quilito, colérico, dio un empujón al tío, que volvió a cogerle de la cintura, echando más ajos que nunca, furioso también; el joven entonces, las manos libres, sacó el revólver y puso la boca del cañón en la frente del atorrante. Suéltame, suéltame o te mato. La sorpresa de Agapo fué tan grande que, maquinalmente, le soltó. Y Quilito, en salvo, a la distancia, le apuntaba con el arma.

Nada sacaréis de ellos si no os mostráis humildes, sumisos, incondicionales admiradores de sus personas. ¡Ay de vosotros si no os acercáis a tan excelsos caballeros, aparentando que todo lo esperáis de ellos! ¡Ay de quién no les rinda parias! De seguro que nada obtendrá; de fijo que a todo le contestarán con monosílabos, y saldrá de allí colérico y desesperado.

Daniel, quejoso y colérico, describe el oprobio del pueblo de Dios, preso en Babilonia; el Pensamiento le cuenta, que Baltasar se casa aquel mismo día con la Idolaría, poderosa reina de Oriente. Ruido de trompetas. El rey Baltasar se presenta con su esposa la Vanidad, y recibe á la segunda esposa, que aparece con gran pompa.

Su padre, colérico por la escena de la noche anterior, le había escogido como víctima, para desahogar su enfado. «¡Una injusticia, don JaimeGritaba paseándose por la cocina, mientras las mujeres, con los ojos llorosos y el aire encogido, parecían huir de su mirada. Todo lo ocurrido lo atribuía a su blandura de carácter, a su bondad; pero iba a poner remedio a esto inmediatamente.

Una palmada tan sonora como el martillo de un titán al caer sobre el yunque de una altiplanicie. Fuéronla repitiendo los ecos indefinidamente... Cuando ya estaban bastante amortiguados para dejar oír mi voz, lancé un funesto juramento y grité colérico: ¡Es verdad!... ¡No me acordaba!... ¡Tucker ha muerto!... ¡Pero quiero verlo de todos modos, de todos modos quiero verlo!

Hallábase la mañana del 21 de Diciembre del citado año, en el edificio de la Aduana, don Martín de Medina, marqués de Buenavista, presenciando las ventas que allí se hacían, cuando, por motivo de un negocio que estaba haciendo un sujeto llamado Francisco Ginés, enzarzóse con él de palabras, que bien pronto subieron de punto, pues el tal marqués era, y esto le venía de familia, colérico y nada prudente.

El ingeniero al decir esto daba tantas vueltas al brazo de la niña, lo manoseaba tanto, que el señor de Ciudad, que contemplaba la operación desde la proa con ojos torvos, no pudo menos de exclamar en tono colérico: Amparo, ¿quieres bajarte esa manga?... ¡Chicuela más tonta!... La niña se ruborizó y bajó la manga.

Alborotóse el doctor, viendo tan colérico al gobernador, y quiso hacer tirteafuera de la sala, sino que en aquel instante sonó una corneta de posta en la calle, y, asomándose el maestresala a la ventana, volvió diciendo: -Correo viene del duque mi señor; algún despacho debe de traer de importancia.

Palabra del Dia

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