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Actualizado: 25 de junio de 2025


Perfectamente exclamó la abuela, queremos ante todo principios religiosos... Tiene actualmente 40.000 pesos de capital y gana un año con otro de cuatro a cinco mil pesos. Soberbio exclamó la abuela encantada. ¡Oh! querido amigo, qué agradecimiento... Tiene un automóvil, caballos, coches... ¡Dios mío! qué hermosa vida puedes hacer... Veamos, responde algo, Magdalena. Estoy escuchando y espero...

Los padres se lo quieren dar todo a sus hijos, y si ven un caballo hermoso, con la cola que le reluce y el pelo como seda, no piensan en montarse ellos, como señorones, y salir trotando por la alameda, donde van de paseo por la tarde los coches y los jinetes, sino que piensan en sus hijos los padres, y se ponen a trabajar todavía más, para comprarle al hijito el caballo hermoso.

El recuerdo de la lámpara ocupaba su imaginacion; dentro de dos horas tendría lugar la gran catástrofe y, al pensar en ello, le parecía que los hombres que desfilaban delante de sus ojos pasaban sin cabeza: tuvo un sentimiento de feroz alegría al decirse que, hambriento y todo, aquella noche iba él á ser temible, que de pobre estudiante y criado, acaso el sol le viera terrible y siniestro, de pié sobre pirámide de cadáveres, dictando leyes á todos aquellos que pasaban delante en sus magníficos coches.

Se esperaban auxilios; pero los auxilios no venían, porque los destinados a darlos no habían llegado aún a ese grado de candidez en que la ambición cierra los ojos y abre la mano. Para atender a sus gastos, que no había sabido disminuir después de la miseria, Tablas se colocó en el establecimiento de coches de la posada del Dragón, con cuyo dueño tenía amistad antigua.

En mi calidad de extranjero, nada tenia de extraña mi pregunta: me dirijí al que me pareció ser director del Establecimiento, y con extrema cortesía satisfizo mi curiosidad. La cuestion es muy sencilla: los nobles de Venecia, dados á la opulencia y al lujo, empezaron con sus elegantísimas góndolas, que es como si dijéramos coches de gala, á oscurecer las del dux.

Quevedo levantó el pie y le puso sobre una pequeña mesa, que entonces y mucho después servía de estribo á los empinadísimos coches de nuestros abuelos. Y se entró en el coche. Pues no, este coche no es suyo dijo Quevedo palpando la badana usada de los asientos . Cállome y veamos. Pero la mujer que en el coche estaba no habló.

Todavía le dolía al pobre dios la cuenta de la modista. ¡Hijo! dame cortinas de á doce pesos la vara y ¡verás si me pongo estos trapos! replicó picada la diosa; ¡Jesus! ¡hablarás cuando tengas tan espléndidos predecesores! Entretanto Basilio, delante de la casa, confundido entre la turba de curiosos, contaba las personas que bajaban de los coches.

En las estaciones de alguna importancia, todas las vías estaban ocupadas por rosarios de vagones. Las máquinas, á gran presión, silbaban, impacientes de partir. Los grupos de soldados dudaban ante los diversos trenes, equivocándose, descendiendo de unos coches para instalarse en otros.

Está cerca de la Puerta del Sol; y en medio de este estrépito frívolo de Madrid, mientras suenan los campanillazos de los tranvías, mientras pasan los coches, mientras tocan los organillos, esta iglesia parece quejarse de muchas amarguras. Las cosas son como los hombres. , Pepita, ésta es una iglesia a quien no dejan vivir en su soledad.

La duquesa le hizo callar de un abanicazo, y la López Moreno, llena de satisfacción al verse objeto del interés de todos, continuó el relato de su susto, un susto atroz, una barbaridad de susto... El tren traía cuarenta y dos coches atestados de gente que iba a Biarritz, a San Juan de Luz, a Bayona, a cualquiera parte, con tal de pasar la frontera.

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