Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 25 de julio de 2025


Las cuadras y vaquerías hedían con la fermentación del estiércol; las bocas de las alcantarillas humeaban la podredumbre de sus entrañas; hasta los caballos de los coches de punto, en sus largas esperas, levantaban la cola, impregnando el ambiente con el tufo de la cebada recocida y la paja putrefacta. La calle era más ruidosa que en el resto del año.

Ah, vamos, es usted francés. Martín calló. ¿Dónde para usted? siguió preguntando el general. En una posada de ese paseo... ¿Del paseo de los Llanos? Creo que . Así se llama. ¿Hay una administración de coches en el portal? ¿No? , señor. Entonces, es la misma, ¿Piensa usted estar muchos días en Estella? Hasta que me digan si hay contestación o no. ¿Cómo se llama usted? Martín Tellagorri.

»Después nos habla de la incomparable Venecia, ciudad fabricada dentro del mar, de tal modo, que las calles son de agua y los coches unas lanchitas que llaman góndolas; y allí se pasean de noche los amantes, solos en aquella serena laguna, sin ruido y sin testigos.

Avanzó como pudo por las calles, enfangándose hasta más arriba del tobillo: su oído le decía que no cruzaba apenas ningún transeúnte; los coches no hacían ruido, y estuvo expuesto a ser atropellado por uno.

Al juntarse y lanzar una mirada hacia el inmediato puesto de coches, cuatro vehículos avanzaron á la vez, como una fila de carros romanos ansiosos de obtener el premio del circo, con estrepitoso pataleo de bestias, crujidos de tralla y gesticulaciones rabiosas de los cocheros, que se amenazaban apelando á la Madona. Iban á matarse entre ellos.

Toda esta inmensa y heterogénea turba se levanta por la mañana, entumecida y macilenta, y al sentir el ruido cercano de los coches que circulan por las calles opulentas, recuerda que es en medio de su bullicio donde puede encontrar las limosnas y los desperdicios de la sociedad, ó la fácil explotación del orgullo, de los vicios ó la credulidad de los que se tienen por dichosos.

El tiempo se les puso muy malo, y en todo el trayecto hasta Barcelona no cesó de llover. Arrimados marido y mujer a la ventanilla, miraban la lluvia, aquella cortina de menudas líneas oblicuas que descendían del Cielo sin acabar de descender. Cuando el tren paraba, se sentía el gotear del agua que los techos de los coches arrojaban sobre los estribos.

Que entonces no se usaban coches ni sillas, como agora dicen que se usan, y las señoras iban a las ancas de sus escuderos.

Las damas saltaban ligeramente de los coches, atravesaban el gran portal, subían la escalera alfombrada y perdíanse, con aire de conspiradoras, en aquel ancho salón del teatro, famoso en otro tiempo por haber representado en él don Ventura de la Vega El hombre de mundo y dirigido Bretón de los Herreros en persona los ensayos de El pelo de la dehesa.

Pepe pensó con rabia en el fanatismo que hacía a su madre volver desde allí sola y a pie cuando en la casa gruñía por no ir a la botica, que distaba cincuenta pasos... Aguardó impaciente a que se fueran los últimos coches, esperando que doña Manuela saliera presto; mas trascurrido un buen rato, se resolvió a llamar y adelantó hacia la puerta.

Palabra del Dia

buque

Otros Mirando