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No, Baldomero, esa agua no enferma a nadie; pero fíjese usted que es tan observador insistió Melchor, que ningún animal come y bebe al mismo tiempo. El único es el hombre; los demás animales comen cuando tienen hambre y beben cuando tienen sed. ¿Sabe que es cierto?... La observación no es mía... la he leído... no dónde... y la sigo... Yo también dijo Ricardo, por eso no como con agua...

Por esas dijo Moreno con repentina gravedad, como si el contacto del oro en la palma de la mano hubiera comunicado alguna dignidad a su organismo, tengo en los Estados una mujer, y una bellísima mujer por cierto. Tres años hace que la vi, y un año que no le he escrito, en espera de que las cosas vayan por el buen camino y lleguemos al filón. Cuando esto ocurra, voy a mandar por ella.

Leer esta carta, y hacer entrar inmediatamente á Quevedo, fué todo uno. Quevedo entró con unos papeles en la mano. Y por cierto que aquellos papeles estaban teñidos de sangre. Pero digamos antes de dónde venía Quevedo. Cuando salió con el corazón desgarrado de la casa donde había visto muerta á Dorotea, llevando consigo á don Juan, hizo dar á éste algunas vueltas por las tenebrosas calles.

Eran ya las nueve cuando nos dirigiamos hácia la plaza de la Concordia, con el objeto de seguir la calle de Rívoli hasta la casa de la Ciudad ú hotel de Ville. Antes de penetrar en la calle, quisimos ver la perspectiva que presentaban los campos Elíseos iluminados, así como la plaza de la Concordia. ¡Espectáculo magnífico por cierto!

4 Porque un ángel descendía a cierto tiempo al estanque, y revolvía el agua; y el que primero descendía en el estanque después del movimiento del agua, era sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5 Y estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús vio a éste echado, y supo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: ¿Quieres ser sano?

Le dice Jesús: Apacienta mis ovejas. 18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te pasará donde no querrías. 19 Y esto dijo, señalando con qué muerte había de clarificar a Dios. 21 Así que cuando Pedro vio a éste, dice a Jesús: Señor, ¿y éste, qué? Sígueme .

El escudo de aquellos ínclitos varones es honroso jeroglífico, vivo recuerdo de triunfos, honores, distinciones y victorias. Tres cabezas de moro en campo verde no recuerdan, como algunos pretenden, la salvaje hazaña de haber vencido a tres sectarios de Mahoma, sino la graciosa broma de un Tumbaga que en cierto baile de trajes se presentó vestido de berberisco con dos amigos.

Eso no puede ser. Tened toda la queja que queráis, pero no lo digáis á nadie dijo Cosme Aldaba. ¿Y os soltarán...? dijo Montiño. Indudablemente. Pero yo me quedaré aquí. ¡Vos, marido mío! , por cierto; como que me acusan de haber dado muerte á vuestro amante.

Esta semejanza de gustos con un joven que, durante toda la comida le había demostrado más hostilidad que simpatía, dejó frío e indiferente a Delaberge, que sentía contra Simón cierto rencor por su actitud llena de desconfianzas.

Buscar otro Romagné, y repetir la operación; pero ya habéis experimentado los inconvenientes de este sistema, y, si queréis creerme, será mucho mejor que recurramos al método indio. ¿A cortarme la piel de la frente? ¡eso jamás! Prefiero mandarme hacer una nariz de plata. Hoy día se fabrican bien elegantes, por cierto dijo el doctor.