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Actualizado: 8 de julio de 2025


Miró en torno suyo: chisporroteaba una lamparilla sobre la mesa; una mujer de edad madura roncaba desapaciblemente al pie de la cama, en un gran butacón, y por las rendijas de las dos ventanas, cerradas ambas, entraban discretos rayos de luz, cual si el nuevo día se adelantase de puntillas y sonriendo a dar la enhorabuena al enfermo.

Heredar. ¿Y él? ¿Qué había hecho él? Conquistar. Cuando era su ambición de joven la que chisporroteaba en su alma, don Fermín encontraba estrecho el recinto de Vetusta; él que había predicado en Roma, que había olfateado y gustado el incienso de la alabanza en muy altas regiones por breve tiempo, se creía postergado en la catedral vetustense.

Pues bien; aquel día, a mediados del mes de diciembre de 1813, entre tres y cuatro de la tarde, Hullin, inclinado sobre su banco, terminaba un par de zuecos claveteados para el leñador Rochart. Luisa acababa de colocar una vasija de barro vidriado en la estufita que chisporroteaba y hacía cierto ruido triste, mientras que el viejo péndulo contaba los segundos con su tic-tac monótono.

El conde seguía sonriendo como antes. Quemaba ya la hierba por todas partes y chisporroteaba arrojando pavesas inflamadas que se apagaban instantáneamente y caían convertidas en ceniza. El día estaba concluyendo. La mancha negra de la esquina se había extendido cual si fuese aceite por toda la pomarada.

Al subir otra vez por la escalerilla, volvió a sobrecogerla el fragor de un trueno más hondo, poderoso y cercano que los anteriores. ¡Era preciso encender la vela del Santísimo y rezar el Trisagio! Así lo hicieron al punto. La vela fue colocada sobre la cómoda de Nucha: un cirio bastante largo aún, de cera color de naranja, con muchas lágrimas y un pábilo que chisporroteaba y no acababa de arder.

El fuego chisporroteaba alegremente; la cena humeaba; una vieja servidora narraba después la historia de alguna doncella encantada, y yo quedaba dulcemente dormido sobre el regazo de mi madre. La Arcadia ya no existe. Huyó la dicha y la inocencia de aquel valle. ¡Tan lejano! ¡Tan escondido rinconcito mío! Y sin embargo, te vieron algunos hombres sedientos de riqueza.

Mediante la luminosa ayuda del fuego que chisporroteaba ya, pudimos ver un paño de pared empapelado con periódicos ilustrados, dispuestos con sumo arte y femenina discreción. El improvisado mueblaje estaba compuesto con envases de velas y cajas de embalaje, tapadas con calicó de alegre color, o con pieles de geneta.

La condesa se empeñó en entrar; yo la seguí. La luz se filtraba con trabajo dentro del exiguo templo por dos ventanillas estrechas que más parecían grietas. Colgada frente al altar de la Virgen, chisporroteaba una lámpara de bronce.

El corazón de Juan Claudio se estremeció de alegría al oír aquella voz, y el anciano, antes de entrar, no pudo dejar de mirar un momento por la ventana. La cocina era grande, pero baja de techo, y estaba blanqueada. Una viva hoguera de troncos de haya chisporroteaba en el llar, envolviendo con sus doradas espirales la negra superficie de una enorme olla.

La marquesa, por llamarlo de algún modo, lo llamaba tés íntimos; pero es lo cierto que aunque todas las noches del invierno, ya muy cerca de la madrugada, había ese en su casa, aquello no tenía horas fijas ni aspectos determinados, y chisporroteaba de mil modos: entre pocos, entre muchos, en tertulia plena, con media docena de ellos convidados a comer, o con otros tantos al humor de la chimenea a cualquier hora de la tarde.

Palabra del Dia

godella

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