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Actualizado: 29 de junio de 2025


A Dechard le cayó la mesa encima, pero al incorporarme yo, la echó a un lado y volvió a hacerme fuego. Levanté mi revólver y disparé casi sin apuntar. una blasfemia y apreté a correr como un gamo, sin dejar de reírme. Alguien corría también detrás de , y tendiendo el brazo en su dirección solté otro balazo al azar. Los pasos cesaron.

Era la esposa de un alto empleado a quien las aventuras de su señora no parecían dar frío ni calor. Cesaron las de Andrés al tropezar con tal mujer: dejó la vida alegre y bulliciosa, y hasta el trato de sus amigos íntimos; no pensó desde entonces más que en servir y festejar a su ídolo.

Escucháronse allá en la garganta ruidos formidables, sordos estampidos, presagio de violenta erupción. Pero al cabo aquellos ruidos se apagaron, cesaron los movimientos de trepidación, y el cráter, en vez de despedir una corriente de lava fundida, como era de temer, rocas, cenizas y otras materias volcánicas en ebullición, dejó escapar débilmente estas dos palabras: , señora.

El gitano bostezaba formidablemente, y esperaba la hora del suplicio con tanta impaciencia como el hombre que tiene mucho sueño y desea tenderse en su cama. Sin embargo, faltaban aún diez y siete horas. Los monjes cesaron de cantar, porque la voz se fatiga; el verdugo se levantó, porque la presión del pavimento sobre las rótulas es bastante dolorosa.

Al morir este personaje, en vísperas de ser ministro por séptima vez, Fernando acababa de ingresar en el cuerpo diplomático, como si con esto siguiese una tradición de familia. Apenas cesaron de hablar los periódicos «de la irreparable pérdida que había sufrido el país» con la muerte del hombre ilustre, hízose el silencio en torno de su recuerdo, con esa facilidad de olvido que acompaña a los hombres del teatro y de la política. Siempre que Fernando encontraba al jefe del partido o algún otro personaje ilustre amigo de su padre, era objeto de presentaciones. «

Las calumnias con que la maledicencia perseguía a De Pas tenían un aislador en don Víctor; por su conducto no se propagaban, y aun tomaba a su cargo deshacer su perniciosa influencia. Doña Ana jamás había hablado a solas con el Magistral, y después que cesaron las visitas apenas volvió a verle de cerca. A lo menos ella no lo recordaba.

En virtud de estas reflexiones, se suspendieron por unos días los paseos campestres y los marítimos; cesaron también las sesiones de dibujo y de pintura que solían tener los dos jóvenes para desarrollar apuntes del natural, tomados por Nieves bajo la dirección de Leto en sus excursiones por mar y por tierra, y únicamente quedó como estaba la tertulia del anochecer, a la cual concurría también el viejo boticario.

Poco a poco se fueron haciendo sus golpes menos frecuentes; al cabo cesaron por completo. La luz había crecido en tanto, extendiendo por todo el nublado firmamento y mostrando ya los bultos de las colinas lejanas de Occidente, que se veían por la ventana de la pared opuesta.

Por el camino, que era quebrado y ameno y muy sombreado de árboles, como casi todos los de la montaña, Rosa y Andrés no cesaron de hablarse con los ojos tiernamente, mientras los labios articulaban palabras insignificantes acerca de la fiesta, del tiempo o de la hoguera de la noche anterior.

Se levantó, y después de dar dos o tres paseos, volvió a sentarse junto a la mesa donde estaba la luz, porque había sentido una opresión molestísima. Las pulsaciones, que un instante cesaron, volvieron con fuerza abrumadora, acompañadas de un sentimiento de plenitud torácica. «¡Qué mal estoy ahora!... pero esto pasará, y me dormiré. Esta noche voy a dormir muy bien... Ya va pasando la opresión.

Palabra del Dia

lanterna

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