Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 12 de mayo de 2025


Levantábase á las tres, cargaba con los cestones de verduras cogidas por Tòni al cerrar la noche anterior entre reniegos y votos contra una pícara vida en la que tanto hay que trabajar, y á tientas por los senderos, guiándose en la obscuridad como buena hija de la huerta, marchaba á Valencia, mientras su marido, aquel buen mozo que tan caro le costaba, seguía roncando dentro del caliente estudi, bien arrebujado en las mantas del camón matrimonial.

Durante los ocho días que se siguieron y que la señora Latour-Mesnil creyó consagrar a una investigación minuciosa sobre la persona de Maurescamp, su verdadera ocupación no fue otra que la de cerrar los ojos y los oídos, para que no la despertasen de su sueño.

Deseaba inspirar confianza y la inspiró; deseaba robustecer el poder y lo robusteció; deseaba cerrar el paso á todo género de turbulencias y lo cerró; pero no pudo hacer mas que mejorar el gobierno de la ciudad, como ciudad, no como corte del antiguo Califato.

El hierro es duro, Mathys; pero el acero es más duro aún. ¿Y si fracturaran ese cofre durante vuestra ausencia y os quitaran ese documento? El intendente, asaltado por una inquietud secreta, se puso vivamente de pie, sacó una llave del bolsillo y abrió el cofre. Luego lo volvió a cerrar con la misma rapidez, y volvió junto a la viuda, con una sonrisa en los labios.

Don Marcos era el único compañero de esta soledad; y Lubimoff, que en los primeros días sólo cruzaba con él contadas palabras, acabó por desear que volviese pronto de Monte-Carlo, al cerrar la noche, para oir sus noticias, que en otro tiempo hubiese considerado insignificantes. Entablaban largas conversaciones sobre lo que ocurría en el Casino ó sobre los acontecimientos del mundo.

Otra cosa parecía interesarla: algo que no acertaba a decir, pero la hacía verter lágrima tras lágrima. El siñó Pep luego de cerrar la puerta de la casa, se había paseado más de una hora por la cocina mascullando palabras y cerrando los puños. «¡Aquel don Jaime!... ¡Empeñarse en conseguir lo que era imposible!... ¡Testarudo como todos los suyos!...

Las obscuras siluetas de varios hombres se destacaban sobre su lomo... Creyó oír gritos. ¡Ferragut!... ¿Dónde está el capitán Ferragut? «¡Ah, no!... Mejor era morir.» Y se mantuvo asido al madero, inclinando la cabeza como si estuviese ahogado. Luego, al cerrar la noche, oyó otros gritos, pero eran de socorro, de angustia, de muerte.

¡No sabes la impresión que me ha causado esa mujer! ¿Y crees que nadie ha...? Eso dicen, aunque también le quitan mucho el pellejo. Yo creo que es honrada. Veremos hasta dónde llega tu buena suerte..., y te advierto dos cosas: primera, que no te propases a ciertos atrevimientos, como cerrar la puerta del cuarto estando solo con ella, y segunda, que te congracies con el tío.

No obstante, yo me agarraba a la vida con una obstinación increíble. ¡Cómo se cambia! ¿Y en qué consiste que yo no vea las cosas con los mismos ojos? »Indudablemente en que hubiera sido muy triste morir lejos de usted, sin que sus queridas manos me pudiesen cerrar los ojos. Por lo demás, no son cuidados los que me faltan.

No siempre está en mano del hombre el coordinar sus ideas y formar con ellas una obra arreglada, con principio, medio y fin. ¿A quién no le habrá sucedido repetidas veces abrir un libro, leer maquinalmente y no poder establecer entre lo escrito y su cabeza ninguna especie de comunicación, cerrar el libro y no poderse dar cuenta de lo que ha leído?

Palabra del Dia

primorosos

Otros Mirando