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Actualizado: 12 de junio de 2025
Sus ojos se cerraron, y dulcemente fue cayendo en un sopor, sin ensueños, sin delirio, en la blandura gris de la nada, como si su pensamiento se durmiese antes que su cuerpo. Cuando volvió a abrir los ojos ya no era roja la luz que alumbraba la habitación. Vio el candil colgado en el mismo sitio, con la mecha negra y apagada.
Febrer quiso mirar el reloj, pero sus manos no obedecían a su voluntad. Ya no brillaba en la sombra la punta rojiza del cigarro. Su cabeza había acabado por caer sobre la almohada; sus ojos se cerraron: oyó gritos de reto, tiros, maldiciones, pero esto fue en un estado anormal, como si viviese en otro mundo, donde los insultos y los ataques no despertaban su sensibilidad.
9 Y ellos respondieron: Quita allá; y añadieron: Vino éste aquí para habitar como un extraño, ¿y habrá de erigirse en juez? Ahora te haremos más mal que a ellos. Y hacían gran violencia al varón, a Lot, y se acercaron para romper las puertas. 10 Entonces los varones extendieron su mano, y metieron a Lot en casa con ellos, y cerraron las puertas.
Los tudescos le cerraron el paso cruzando sus alabardas. ¡Ah! ¡no me dejáis pasar!... exclamó el bufón, y asió las alabardas con la fuerza de la zarpa de un león. Se entabló una lucha. Quevedo no podía llegar pronto, pero desde donde estaba gritó con la autoridad que sabía dar á su voz en las ocasiones solemnes: ¡Dejadle pasar! ¡dejadle pasar, de orden del rey!
Metedle en la silla de manos. Meteréme yo, que aún no estoy impedido; que si yo rey no respetara... ¿Qué decís?... Digo que nada digo, y concluyan y vamos y demos todos gusto al rey, que no hay para qué menos. Y Quevedo se entró en la silla de manos. Inmediatamente cerraron la portezuela, y como no tenía celosías ni vidrieras, Quevedo se quedó á obscuras.
«En este día, sábado 10 de Mayo, se alçaron pendones en esta çibdad de seuilla por los muy altos e muy poderosos la Reyna doña Juana e el Rey don Carlos su fijo nros. señores dios nro. Señor los dexe biuir e Reynar por luengos tiempos a su seruiçio .» Hubo mal de pestilencia en esta ciudad por lo cual se cerraron las puertas de que estuvieron por guardas Francisco de Torres y Miguel Navarro.
Gisbert de Rocafort hermano de Berenguer, y Dalmau de San Martín su tio, vieron á Berenguer que andaba metido en los peligros de la escaramuza, ó que les parecíese que animaba su gente contra ellos, ó lo que se tiene por mas cierto, viendo la ocasion de satisfacer su mal animo, y quitar el émulo á su hermano, Gisbert, y Dalmau cerraron juntos con él.
Aquel republicano lloró cuando las puertas de las Ursulinas se cerraron para detener al prisionero. Encontrose mi padre allí con buena y numerosa compañía, puesto que había en aquella cárcel más de doscientos sospechosos de la provincia, amontonados en las habitaciones y los corredores del antiguo convento. Mi padre pidió por todo favor le concedieran para él solo un rincón en el granero.
Besé la cruz, tomé los escudos, volvíme al terrado, hecimos todos nuestras zalemas, tornó a parecer la mano, hice señas que leería el papel, cerraron la ventana. Quedamos todos confusos y alegres con lo sucedido; y, como ninguno de nosotros no entendía el arábigo, era grande el deseo que teníamos de entender lo que el papel contenía, y mayor la dificultad de buscar quien lo leyese.
Sus brazos desnudos, escapando de la sedosa capa, se cerraron sobre los hombros de él, formando un anillo apretado: su boca sumisa, buscando la otra boca, se entregó humildemente, con un deseo de dar la felicidad. Pasó por el fondo de la calle un vivo resplandor, sacándolo todo de la penumbra con fugaz relieve, lo mismo que un relámpago. Era el reflector de un automóvil.
Palabra del Dia
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