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Actualizado: 12 de junio de 2025


Capítulo LXV. Donde se da noticia quién era el de la Blanca Luna, con la libertad de Don Gregorio, y de otros sucesos Siguió don Antonio Moreno al Caballero de la Blanca Luna, y siguiéronle también, y aun persiguiéronle, muchos muchachos, hasta que le cerraron en un mesón dentro de la ciudad.

En fin, para acabar, conozco á una dama que tuvo que arrestarla el capitán. ¡Si sería brava! Las delicias de los viajes por el Cabo se concluyeron. El Istmo de Suez y la competencia cerraron aquella inolvidable vía, que para el que la ha hecho, forma una verdadera etapa en su vida.

Yo la conté su dinero y, estándosele dando, la desventura, que nunca me olvida, y el diablo, que se acuerda de , trazó que la venían a prender por amancebada, y sabían que estaba el amigo en casa. Entraron en mi aposento; como me vieron en la cama y a ella conmigo, cerraron con ella y conmigo y diéronme cuatro o seis empellones muy grandes y arrastráronme fuera de la cama.

Sintió en la boca la amargura salitrosa; cegaron sus ojos, las aguas se cerraron sobre su rapada cabeza; pero entre dos olas se formó un pequeño remolino, asomaron unas manos crispadas y volvió a salir. Los brazos se dormían; la cabeza se inclinaba sobre el pecho como vencida por el sueño. A Juanillo le pareció cambiado el cielo: las estrellas eran rojas, como salpicaduras de sangre.

¡Ven aquí! ordenó la solterona; y levantando la cabeza hacia los criados, que estaban asomados á las ventanas del piso superior, añadió: "Vosotros, volved á acostaros!" Todas las ventanas se cerraron y reinó de nuevo el silencio. Bobart trepó por la escalera, y á penas llegado al descansillo, la mano convulsa de Clementina le atrajo hacia el salonillo.

Retirada la botella, los ojos del niño se cerraron, se aflojaron sus brazos, y no ya descolorido, sino con la palidez de la muerte en el rostro, hubiera caído redondo sobre la mesa, a no sostenerlo Primitivo.

Los demás escuadrones de infantería, libres de la mayor parte de la caballería enemiga que les pudiera dañar, cerraron por la frente tan vivamente, que degolladas las primeras hileras donde estaban sus mas lucidos y valientes soldados, todo lo demas de la infantería se puso en huida aunque la caballería de Thracia y Macedonia, como la mejor y de mayor reputacion de aquellas Provincias, mantuvo por gran rato su puesto peleando con nuestra caballería, y defendió uno de sus escuadrones que no fuese roto, hasta que los Almugavares le abrieron por el otro costado, y por la frente, y entonces su caballería con mucha pérdida dejo el puesto, huyendo la vuelta de Cipsela.

Afición de Felipe IV al arte dramático. Teatro Real del Buen Retiro. Fiestas de corte y lujo de decoraciones. Después de la muerte de Felipe III, ocurrida el 31 de marzo de 1621, se cerraron los teatros de Madrid por espacio de cuatro meses, en virtud de orden superior.

Con esta novedad se retiraron los Ojotades y Taños, catecúmenos, y ni con la muerte de estos dos mártires, ni de los PP. Osorio y Ripario quedaron esperanzas de que su sangre fuese semilla de cristianos en aquella provincia, por la proterva obstinación de las más de sus naciones, que con las repetidas hostilidades que hicieron á la provincia del Tucumán, por su innato odio á la nación española, cerraron las puertas á la esperanza de su conversión, hasta que siendo gobernador de la provincia de Tucumán el piadoso caballero don Esteban de Urizar y Arizpacochaga, brigadier de los reales ejércitos de S. M., reprimido primero el orgullo de los Tobas y Mocovíes, quiso se sentase de nuevo la empresa y se predicase la ley divina á la nación de los Lules; por lo cual el P. Antonio Garriga, que á la sazón era Visitador de esta provincia, señaló para esta conversión el año de 1710 al P. Antonio Machoni, natural de la villa de Iglesias, en Cerdeña, el cual, habiendo pasado de aquella provincia á ésta el año de 1698 y leído Filosofía en esta Real Universidad de Córdoba, alcanzó emplearse en la conversión de estos bárbaros.

Y con intrepidez esperó al monstruo cuyos cuernos estaban tintos en sangre, y lo abatió a sus pies... El espanto se había apoderado de , puse las manos en la balaustrada del palco, tanto temía por él; porque me parece que si él hubiese sido herido, yo habría muerto. Entonces él se apoderó de mi mano, ¡oh!, bien a mi pesar, madre mía... y la besó, ... Sus ojos se cerraron.

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