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Actualizado: 21 de octubre de 2025
O por abatimiento de ánimo, muy natural en la vejez, o por desengaño razonable y justo, veo yo tales faltas en mi propia labor, que no me atrevo a censurar las de aquellos a quienes la gran mayoría de mis compatriotas otorga aplausos y laureles. Digo, pues, al revés del vate de Mantua: paulo minora canamus.
No me había dado derecho alguno para estar quejoso, ¿De qué la podía yo censurar? Hubiera podido quejarme de ella si me hubiera halagado con esperanzas engañadoras; pero nunca me dio la menor esperanza, nunca me prometió cosa alguna.»
Y por lo que hace a la granja, si algo no marcha bien lo que no es posible evitar en los tiempos en que vivimos , nada mata más ligero a un hombre que el no tener a quien dirigir reproches como no sea a sí mismo. La mejor manera de ser amo es hacer dar la orden por otros y reservarse el derecho de censurar. Más de una persona se evitaría un ataque procediendo así; esta es mi opinión.
Con frases sencillas y con ánimo imperturbable, Nicolasa explicaba de esta manera sus extrañas relaciones con Tomasuelo; y como Tomasuelo hacía gala de su adoración espiritual y se lamentaba resignado de no ser querido de otra suerte, todos en el lugar, lejos de censurar, se maravillaban de aquel purísimo y angélico lazo que estrechaba así dos almas.
La noble moderación, con que Cervantes se expresó al censurar en Lope lo que á su juicio era censurable, y que testifica elocuentemente en pro de sus hidalgos sentimientos, descuella tanto más cuando se compara con las acerbas críticas, hechas por otros escritores, del poeta de moda.
Tantas veces hemos asegurado que los plagios franceses son muy inferiores á sus originales, que, como si ya lo viéramos, se nos ha de calificar de parciales, razón bastante á nuestro juicio para obligarnos á no examinar aisladamente las obras citadas; pero dejemos hablar á Signorelli, tan partidario de los franceses, al censurar La princesse d'Elide, de Molière.
En suma, el padre Anselmo estuvo muy bien aquel día: censuró el vicio sin censurar al vicio, y no designó ni aludió a nadie. De esto se encargó la maliciosa envidia de las mujeres, excitada con disimulo por doña Inés. Todas hicieron a la emperejilada Juanita blanco de sus insolentes miradas. La consideración del origen ilegítimo de la muchacha vino a corroborar la creencia de que era pecadora.
Cogió por los pelos la ocasión que le dio D. Narciso, al censurar lo mal empedradas que estaban las calles de Peñascosa, para decir con su voz gangosa y penetrante en una pausa: Siendo yo gobernador de Tarragona... ¡Ya pareció Tarragona! dijo sordamente Consejero, mientras colocaba las cartas. Los que estaban cerca oyeron la exclamación y rieron.
La mayoría de estos personajes, el cacique Brevas, su hijo, Berrinches, y el alcalde Larán-larán es moralmente fea y ruin; pero la afición pesimista prevalece hoy en las obras de ingenio, y no nos atrevemos a censurar lo negro del cuadro, aunque le hubiéramos preferido menos negro. Todas sus figuras, sin embargo, no están tiznadas por los vicios y pecados.
Es natural y razonable el deseo del público de variar sus goces, y siempre que el teatro ha florecido verdaderamente, se ha satisfecho este deseo con obras numerosas y diversas; no es posible, por tanto, censurar á los espectadores, si piden la representación de otros dramas, además de los pocos que hay representables de nuestros poetas clásicos, ni condenar tampoco á las empresas teatrales, si se esfuerzan en contentar esta aspiración del público.
Palabra del Dia
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