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Actualizado: 28 de julio de 2025
La victoria quedó por Lorío. Las falanges de Entralgo se disiparon como las brumas á los rayos del sol. Unos se escondieron entre los maizales de la vega, otros entre los castañares, los más se guardaron en sus casas. Los vencedores pasearon las calles del lugar celebrando con gritos de júbilo su triunfo, llamando en cada puerta y dirigiendo á los vencidos sangrientos insultos.
Entré en el baile con desgaire y brío, 1945 Que, admirándole ninfas y mozuelos, «¡Vítor!» dijeron, celebrando el mío: Y era que amor bailaba con los celos.
También usted nos ha consolado á nosotros. Dios se lo tiene que premiar. Viviremos, sí, sí. Mire, mire: el día en que yo pueda salir, nos vamos todos al campo, el niño también, de merienda. Isidora nos hará la comida, y pasaremos un día muy agrabable, celebrando nuestro restablecimiento.
Por el suelo quedaban esparcidos despojos de la batalla: cazos, almireces, cuernos de buey. En la escalera se oía el ruido de los vencedores, que subían celebrando el fácil triunfo. Delante de todos entró don Eugenio, que se echó en una butaca partiéndose a carcajadas y palmoteando. El cura de Boán le seguía limpiándose el sudor.
En los mercados hervía la gente, saludándose con amor, yendo de puesto en puesto, celebrando al rey o diciendo mal de él, curioseando y vendiendo. Las casas eran de adobe, que es el ladrillo sin cocer, o de calicanto, si el dueño era rico.
Ya no era más que una ruina: podía burlarse de ella el muchacho, pero en otro tiempo le habían dicho cosas mejores los caballeros que venían con el difunto amo a ver los potros del cortijo, celebrando las comidas que ella les guisaba.
Rió él ingeniero del tono solemne de la muchacha y acabó por besar su mano. Pero la miraba con la bondad protectora de las personas mayores que se complacen celebrando las malicias de una niña traviesa, y esto pareció contrariar á la hija de Rojas. Acabaré por reñir con usted. Se empeña en tratarme como una muchachita, cuando soy la primera dama del país, la princesa doña Flor de Río Negro.
Estas dos señoras, siguiendo su costumbre, se entendían perfectamente, celebrando cada una á su turno, como dos pastores de una égloga, los incomparables encantos de la riqueza, en un lenguaje en que la distinción de la forma disputaba á la elevación del pensamiento.
En un grupo, una señorita muy espiritual ofrecía un «pálpito» a un mozo, ligeramente atezado, miembro de la embajada del Brasil. «Muito obrigado repuso éste, agregando, con el fino y galante romanticismo de su país ; pero a ese «pálpito» prefiero, hermosa señorita, el órgano con que usted palpita». «¡Ay, qué gracioso!» exclamó la muchacha «¡Es una declaración en toda regla!» añadieron a coro los del grupo, celebrando aquel rasgo espiritual. «¡Aceptado! ¡aceptado!» decía ella, riéndose y siguiendo la broma.
Marchó, como en peregrinación, por la senda que aquella tarde precursora de su felicidad había seguido con Feli. Deteníase como un devoto a saborear en ciertos sitios el religioso goce del recuerdo. Aquí, había entregado su dinero a unas mendigas para que se emborrachasen celebrando su dicha; más allá, Feli le daba a chupar una naranja, con mohines graciosos.
Palabra del Dia
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