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Actualizado: 10 de junio de 2025


Más allá, por la madrugada, cuando retirado en la serre tomaba apresuradamente algunas notas, acercósele Butrón, rendido y satisfecho, como el caudillo después de la victoria, y adelantando la torneada pierna que el calzón corto y la media de seda negra ceñían por completo, haciendo ondular con juvenil garbo la airosa capa veneciana, díjole con entonación solemne, con misterio profundo, metiéndole la punta de la nariz dentro de la oreja izquierda: ¡López!... ¡Mucho ojo!... Su compte-rendu de usted nos asegura el triunfo... Que toda esa gentecilla cursi vea su nombre en La Flor de Lis, ensalzada por el reporter elegante de los salones, y es nuestra para siempre... ¡Fuera escrúpulos!... ¡La de Martínez, bellísima!... ¡La García Gómez, encantadora!... Esta que viene aquí, un portento; la Victoria Colonna, de este siglo...

En la última visita, como nadie se presentase a conducirle, abrió él mismo equivocadamente la puerta de un camarín y hallose con una preciosa mujer, acostada a lo largo de un diván moruno de terciopelo. La falda, levantada hasta más allá de las ligas, destapaba sus piernas macizas y cortas, que las medias de nácar ceñían tentadoramente.

Calló la pluma y se acurrucó con devota compostura en la punta de una de las espinas que ceñían la frente del dorado Cristo suspendido en lo más alto del retablo. Cesaron los cantos, apagáronse las luces.

21 Y todos los de Moab, cuando oyeron que los reyes subían a pelear contra ellos, se juntaron desde todos los que ceñían talabarte arriba, y se pusieron en la frontera. 22 Y cuando se levantaron por la mañana, y el sol salió sobre las aguas, vieron los de Moab desde lejos las aguas bermejas como sangre; Los reyes se han revuelto, y cada uno ha muerto a su compañero. Ahora pues, ¡Moab, a la presa!

Por último al comenzar la décimoctava centuria, todos los estilos buenos y malos, los buenos en obras de poca importancia, los malos en construcciones muy capitales y de gran coste, habian dejado en él su huella, ya en las cuatro bandas de capillas que ceñian por dentro su perímetro, ya en las edificaciones que interceptaban sus largas naves, ya en el misérrimo embovedado de estas, ya en su atrio y pórticos adyacentes, ya finalmente en sus fachadas esteriores, torre, puertas y postigos; y á pesar de tantas y tan radicales mutilaciones y transformaciones, todavía conservaba indeleble la gran fábrica sarracena el sello del arte religioso islamita.

Era un arma señoril: varios anillos de plata ceñían la negra vaina de cuero; la hoja tenía la marca de Hortuño; la guarnición era calada y fina, como una randa. Aquel trivial incidente vino a arrancarle de su pereza.

Altos y elegantes chopos ceñían las bien cultivadas llanuras, verdes e iguales, a manera de un collar de esmeraldas. De entre el blanco y limpio caserío se destacaban las torres de los campanarios. Lucía se signaba al verlas. Al pasar por delante de Vitoria un recuerdo acudió a su mente. Se lo trajeron las largas alamedas que adornan y cercan la ciudad.

En el discurso que en semejantes casos se acostumbra a hacer, se ha dicho que las que acogía la religión, abrazaban para toda la vida un estado de mortificación y penitencia, y ceñían una corona de espinas a su cabeza.

23 Hizo asimismo un mar de fundición, de diez codos de un lado al otro, perfectamente redondo; su altura era de cinco codos, y lo ceñía alrededor un cordón de treinta codos. 24 Y cercaban aquel mar por debajo de su labio en derredor unas bolas como calabazas, diez en cada codo, que ceñían el mar alrededor en dos órdenes, las cuales habían sido fundidas cuando él fue fundido.

Tenía puesta una bata de un gris muy claro, guarnecida con encajes y lazos del color que toma el granate cuando la luz le hiere. Las medias, de finísima seda, eran del mismo color, y ceñían sus pies unas chinelas grises, que aun siendo muy pequeñas, eran grandes para ella.

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