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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Aquel extraño sueño del conde en tales circunstancias le causaba gran inquietud y le parecía precursor de una tremenda desgracia. «¡Oh! tengo la seguridad, se dijo, de que antes de una hora el conde de Trevia saldrá de su palacio... Y si sale es para cazarlos como á dos ciervos... ¡Dios mío, es horrible, es horrible!... ¿No habrá un medio de cortar el paso á la muerte?...»

Pena infernal me causaba esta aparición trágica, pero me causaba a la vez tan inefable y sublime deleite, que mi alma toda se enfurecía de que fuese aquello ilusorio y vano y pugnaba aún por mantenerlo, al menos por recuerdo, como real y consistente. No; la causa de nuestro amor a la mujer no reside sólo en nuestro miserable cuerpo.

Era una chaqueta blanca arrojada con descuido, y que causaba en el joven la misma impresión de esos rostros que siendo amigos tardan mucho en reconocerse. Llevóse la mano a la frente como si fuera a arañarse con cruel impulso, y sus ojos se dilataron con espanto.

Gil estaba fuertemente conmovido; el corazón le saltaba dentro del pecho. Sentía impulsos de romper en sollozos: procuraba, no obstante, con esfuerzo reprimirse, y esto le causaba malestar. Aquellas muestras de veneración, aunque representaban una ceremonia usual, le avergonzaban.

Entonces se llevó el pañuelo a la cara como para sonarse, y prosiguió su camino. ¿Adónde iba? Marchó a la ventura largo rato, tratando de coordinar sus ideas. Al fin no halló otra cosa mejor que dirigirse a su antiguo alojamiento. Pero esto le causaba profundo disgusto y humillación. ¿Cómo responder a las preguntas de su antigua patrona? ¿Qué explicación iba a dar a sus compañeros?

Pensaba en las armonías del mundo y veía que todo era bueno, según su género. La idea de Dios, la emoción profunda, intensa que le causaba la evidencia de la divinidad presente, no se deslucían, no se borraban; pero Dios ya no se le aparecía en la idea de su soledad sublime, sino presidiendo amorosamente el coro de los mundos, la creación infinita.

¿Y aquella desgraciada abandonada, sola al lado de la cuna de su hijo y que había debido pasar por mil torturas antes de trazar aquel testamento de odio? Aquella sufría hasta la desesperación, hasta la locura, hasta el suicidio acaso, como mujer y como madre. ¡Dios mío! El que causaba tales dolores, tales faltas, tales crímenes, ¿no era más indigno de perdón que el peor criminal?

Y se apuraron las copas, y circuló de nuevo la ventruda botella llena de vino de la bodega de los Escolapios, un caldillo rojo del llano de Cuarte, que pasaba dulcemente por el paladar, y una vez dentro, el muy traidor causaba un trastorno de mil demonios.

Poner a Carlos bajo la influencia del helado cielo de la Rusia era matarle, y sin separarse de él, era imposible evitar lo que temía... ¿A quién había de confiarlo? ¿quién tendría cuidado de él? ¿qué sería de este niño?... Lloraba Gerardo, y yo también lloraba al ver las lágrimas en aquella fisonomía que ordinariamente causaba tanto regocijo.

A frailes y soldados, que salian De Santa Cruz, mataron crudamente, A chácaras y valles se venian, Adonde cautivaban mucha gente: De suerte que el estrago que hacian Causaba gran temor al mas valiente. Hernando Salazar entrar procura, Y oid una desdicha y desventura.

Palabra del Dia

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