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Actualizado: 4 de octubre de 2025
Se efectuaron algunas prisiones, pero entonces un vecino de Triana llamado García Montano, hombre que gozaba de crédito, alzó su voz cuando empezaban los injustos castigos, y unido á otros cristianos acudieron al Asistente, marqués de Montesclaros, haciéndole presente cuán sin fundamentos eran las voces que contra los moriscos se habían levantado.
Hubiera querido hablar de su padre, de su bondadosísimo padre, a quien tanto había amado; de buena gana hubiera recordado también los pormenores de su infancia, por más que en ella la brigadiera no desempeñase un papel muy grato; dispuesto estaba a olvidar todas las heridas, todos los desdenes y acordarse únicamente de los cortos momentos de dicha que había disfrutado; hasta los castigos de su madrastra adquirían, con la velada luz de los años, y al través de la súbita ternura que se había apoderado de él, un aspecto maternal que borraba su injusticia; por su gusto se reiría, trayéndolos a cuento como hacen algunas veces los hijos cariñosos después que llegan a hombres.
Si el soldado Ragasse vuelve sano y salvo, todos sus castigos serán levantados; si muere, su nombre será citado en la orden del día. ¡Bueno! murmuró el soldado, esa orden del día le gustará a él más que a mí. Si yo no vuelvo, el teniente Donnet tomará el mando añadió Carlos. Ragasse se detuvo sorprendido. ¡Mi capitán!... ¿Viene usted también?
Verdad que estos castigos se hallaban funestamente neutralizados por el mimo y regalo con que su madre lo criaba. No sólo ocultaba con mil artificios sus faltas y le amparaba cuando su padre iba á corregirle, sino que le daba cuanto dinero había á mano, sin comprender la desgraciada el daño que hacía.
De esta suerte i tan recatadamente escribieron los judíos ocultos en España á los que estaban en los reinos estraños, dándoles cuenta de las persecuciones i demás castigos que esperimentaban de parte del tribunal del Santo Oficio, á quien aborrecian de muerte, así por sus tiranías presentes, como por haber sido quien mas trabajó para que los hebreos saliesen espulsos de España, no obstante la opinion de aquellos que imaginan que los Reyes Católicos no fueron guiados por la codicia al dictar semejante providencia sino por el santo celo de conseguir en España la unidad religiosa.
Este es un despotismo paternal que no se atreve á mayores castigos. La policía del príncipe le hace atravesar media calle y lo pone en la acera francesa... No se ría usted: esta pena es cruel.
Lo que más tememos en ella es el dolor que la acompaña o la enfermedad que la precede. Pero ya no es la hora del juez irritado e incognoscible el objeto único y espantoso, el abismo de tinieblas y de castigos eternos. Nuestra moral ¿es menos alta y menos pura desde que es más desinteresada? ¿La humanidad ha perdido un sentimiento indispensable o precioso perdiendo un temor?"
Sostiene con toda seriedad el beneficiado y traductor que lo hace para moralizar el mundo, el cual andaba tan pervertido en su época como en aquella edad remota en que Dios envió el diluvio universal para castigarle. Pero la divina justicia, según lo entiende el beneficiado, no gusta de repetir, sino de variar y de inventar nuevos castigos cuando hay pecados nuevos.
En el siglo XVII, no obstante tantos castigos, viéronse fijados en las casas mas principales de algunas ciudades i villas unos infames carteles que decian: Viva la ley de Moisés y muera la de Cristo, que lo demás es mentira. Un solo hombre quiso remediar estos desórdenes, reparando al mismo tiempo la falta de poblacion que tenia España ocasionada por las dos espulsiones de judíos i moros.
¿Por qué no matan y roban exclamaba Gabriel los pocos hombres cultos y de conciencia sana que existen en esta época? No es por miedo a la ley y a sus representantes, pues una inteligencia clara, por poco que se esfuerce, puede encontrar medios para burlarlos. No es tampoco por miedo a las penas eternas ni a los castigos divinos, pues esos hombres no creen en tales invenciones del pasado.
Palabra del Dia
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