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Actualizado: 4 de octubre de 2025


Bien es que nunca pueden pasar sus castigos de 50 azotes que este gobierno les permite, reservándose los castigos de los delitos mayores para entender en sus causas y sentencias, a excepción de las capitales, o que merecen pena a otros que a los reos, que se despachan a Buenos Aires con las sumarias.

Pero se burlaba de los castigos lo mismo que de las hermanas. Muchas veces le imponían por penitencia entrar en todas las clases, hincarse de rodillas en medio de ellas y hacer algunas cruces en el suelo con la lengua. No le importaba. Al contrario, lo que hacía era excitar la risa de las otras niñas con sus muecas. Quise saber algo de la madre Florentina.

Esto sacaban los inquisidores por fruto de los bárbaros castigos hechos en las personas de judaizantes, i de las pretensiones de convertirlos á la religion cristiana en el punto en que por no guardarla iban á ser reducidos á cenizas.

, ... La otra nada de eso, ¿eh? dije sonriendo estúpidamente. ¿La otra?... ¡Madre del Amparo, qué torbellino! Bastaba ella sola para revolver, no una clase, sino todo el colegio. Los castigos y penitencias nada servían con ella. Al contrario, yo creo que era peor castigarla.

Lo hacíamos porque nos daba la real gana, sin atender a que somos pobres y a que la gana de los pobres no es real, sino súbdita que necesita someterse y hasta morir sin hallar satisfacción, a fin de no exponerse a muy crueles castigos.

Ofrecieron tambien los judíos ayudar en cuanto pudiesen á la toma de España, siempre que les fuese permitido, despues de la victoria, vivir ellos, sus mujeres i sus hijos en la lei de Moisés, i que no los turbasen ni afligiesen con castigos i otros rigores.

El juez se hace obedecer por su reputación de audacia temible, su autoridad, su juicio sin formas, su sentencia, un yo lo mando y sus castigos inventados por él mismo.

Al ver que los hechos no correspondían a sus esperanzas, tornábanse hipocondríacos y desesperadamente fanáticos, creyendo sus fracasos castigos de Dios y entregándose a una devoción cruel para aplacar a la Divinidad.

Con estos diferentes estados de su espíritu se relacionaban ciertas intermitencias de manía religiosa. En las horas en que se sentía muy culpable, entrábale temor de los castigos temporales y eternos. Acordábase de cuanto le enseñaron D. León y las Micaelas, y volvían a su mente las impresiones de la vida del convento con frescura y claridad pasmosas.

No por virtud de los castigos y reprensiones, sino por otra causa muy distinta, la conducta de Miguel reformose algún tanto durante una temporada de varios meses, a los dos años próximamente de hallarse en el colegio. Fue el amor quien operó este cambio, si merece tal nombre la afición prematura que le prendió por la planchadora del colegio.

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