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A me llaman Felipe; pero si algún día me busca usted, pregunte por Castelar, pues así me conocen, porque me gusta hablar con las personas y en la taberna soy el único que puede leer el periódico a los compañeros. Ese muchacho que pasa con el cesto de pescado es Chispas, a su patrón le llaman El Cano, y así estamos bautizados todos.

Los discursos de Castelar leídos en las reuniones nocturnas, con sus maldiciones al pasado y sus himnos a la madre, al hogar, a todas las ternuras que emocionan el alma simple del pueblo, hacían caer más de una lágrima en las copas de vino.

Y entre risas despreciativas y observaciones irónicas, comenzó a leer en su elegante carterita, donde estaban apuntados los nombres de los nuevos ministros ... ¡Pero qué nombres, Virgen Santísima! ¡Si aquello era cosa de morirse de risa!... Figueras, Castelar, Pi y Margall, los dos Salmerones, Nicolás y Paquito... Córdoba.

Gallardo, echando atrás el cuerpo a impulsos de la risa, saludaba a su banderillero imitando el mugido del toro. El apoderado, con andaluza gravedad, le ofrecía la mano felicitándole. ¡Chócala! Has estao mu güeno. ¡Ni Castelar! La señora Angustias indignábase al oír tales cosas en su casa, con un terror de mujer vieja que ve cercano el fin de su existencia. Caya, Sebastián.

Hecho ya este inevitable reparo, no he de negar que el libro del Sr. Taylor es de muy amena lectura, contiene muchas noticias, y á veces encomia hasta con entusiasmo á no pocas personas y bastantes cosas de España. Da, por ejemplo, justos y atinados elogios á varios de los más notables de nuestros políticos y literatos, como Castelar, Moret, Echegaray, Emilia Pardo Bazán, Cánovas y Sagasta.

Parece una culebra que rodea todo el edificio y que ahora se desenrosca... ¿Ve usted?... la punta se extiende hacia las rampas». «Soldados son dijo en voz baja el general, y en el mismo instante entró Zalamero con medio palmo de lengua fuera, diciendo: «La votación sigue: la ventaja que llevaba al principio Salmerón, la lleva ahora Castelar... nueve votos... Pero aún falta por votar la mitad del Congreso...». Ansiedad en todas las caras... A me tocaba entonces ir allá, para traer el resultado final de la votación... Tras, tras... cojo mi calle del Turco, y entrando en el Congreso, me encontré a un periodista que salía: «La proposición lleva diez votos de ventaja.

Subía y bajaba la voz y la ahuecaba como un consumado artista; llevaba las manos trémulas al pecho, las agitaba en el aire y doblaba el espinazo aunque estuviese diciendo cualquier cosa natural y comente, sólo porque Castelar y Moreno Nieto lo hacían en los pasajes patéticos; terminaba muchas veces los períodos con las palabras «tribunal de la historia», «las leyes indeclinables del progreso» o «la emancipación de los pueblos», abriendo mucho la e de pueblos, como era moda entonces.

¡Ah, ya! ¡Eso es otra cosa! replicó jovialmente Jacobo . A la diplomacia de las faldas no hay quien resista. Recuerdo haberle oído a Castelar que el mundo es de las faldas y de las faldas: es decir, de las enaguas y de las sotanas. Pues téngaselo usted por dicho, señor de Bismarck... Porque supongo sabrás que estoy nombrada plenipotenciaria...

Pero poco a poco comprende que hay allí intención preconcebida, y cuando llega a los capítulos sobre Colombia, se encuentra insensiblemente engolfado en un análisis sutil de aquella constitución, que, según el dicho de Castelar, «ha realizado todos los milagros del individualismo moderno». Entonces se refriega los ojos, vuelve a leer, y con asombro halla que el autor critica y critica con fuerza el régimen federal de gobierno.

Á me llaman Felipe; pero si algún día me busca usted, pregunte por Castelar, pues así me conocen, porque me gusta hablar con las personas, y en la taberna soy el único que puede leer el periódico á los compañeros. Ese muchacho que pasa con el cesto de pescado es Chispas, á su patrón le llaman El Cano, y así estamos bautizados todos.