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Actualizado: 7 de julio de 2025
Así hablaba Quino de Entralgo, mozo de miembros recios y bien proporcionados, morena la tez, azules los ojos, castaños los cabellos, el conjunto de su fisonomía agraciada y con expresión de astucia.
La silueta de los lejanos bosques, le hacía pensar en el asunto de los deslindes y de pronto se decía, no sin una secreta satisfacción, que entre los usuarios de Val-Clavin estaba una cierta viuda, de serenos y límpidos ojos, de cabellos castaños que le caían en graciosos rizos sobre las sienes, en compañía de la cual había pasado una agradabilísima velada.
No: más vale que devore en silencio mis penas y les hable de otros asuntos, que así alcanzaré la doble ventaja de proporcionarles útil entretenimiento, y de calmar mis pesares, adormeciéndoles con el beleño de patriótico entusiasmo. En Córdoba reinaba gran impaciencia por la tardanza del ejército de Castaños.
Llegaron al paraje en que era forzoso dejar el camino llano y tomar el de la montaña. Dejáronlo, en efecto, y comenzaron a subir por un sendero trazado en zig-zag entre los castaños. Dentro del castañar la sombra era espesa. Como llegaban del camino alumbrado por la luna, apenas veían. La oscuridad les infundió respeto, y guardaron silencio.
Un instante después desaparecíamos á galope corto por la avenida de los castaños, seguidos por el ruido de algunos aplausos, que el señor de Bevallan tuvo la buena inspiración de comenzar. Este incidente, por insignificante que fuese, no dejó, como pude notarlo esa misma noche, de realzar mi crédito en la opinión.
Como era tanta la gente que acudía a oír la misa solemne, ésta se celebraba al aire libre en un altar erigido en la trasera de la iglesia. Los fieles la oían esparcidos debajo de los castaños. Debajo de los castaños había también una tribuna para los cantores formada con cuatro bancos.
Cualquiera que fuese el pensamiento de nuestros generales, lo cierto es que la primera división recibió orden inmediata de ponerse en marcha, mientras Castaños con la tercera y la reserva se dirigía hacia el puente de Marmolejo para pasarlo y atacar a Dupont en Andújar.
Inglaterra es el país de las mujeres hermosas, admirablemente hermosas, pero no bellas, es decir, estatuas de nácar primorosamente modeladas, con cabellos de oro, crespos y abundantes, ojos azules ó castaños, morbidez de formas, piel rosada y purísima, brazos encantadores, y todo un conjunto de Venus corporal, salvo eso si los piés, que pertenecen al género fosil ó antediluviano, porque son mastodónticos.
Al lado de árboles bien crecidos, de aspecto soberbio y porte majestuoso, hay grupos cuyas extrañas formas evocan en la imaginación los monstruos del sueño ó de la fábula. Mucho más semejantes unas á otras son las hayas, que también gustan de asociarse y formar bosques, como los castaños.
Era sin duda uno de los hombres más hermosos que Ferpierre había visto en su vida: alto, robusto, ágil, las mejillas encuadradas en una barba rubia y sedosa, los cabellos castaños algo enrarecidos junto a la frente, con lo que ésta parecía más ancha; el cutis blanco, algo pálido y como macerado, cual sucede en los descendientes de las razas más selectas; los ojos azules, la mirada profunda bajo el puro arco de las cejas; la nariz aguileña, el ademán nervioso, los vestidos elegantes, todo el porte verdaderamente principal.
Palabra del Dia
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