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Actualizado: 7 de junio de 2025


Mirándola detenidamente, movía la cabeza. En nada, en nada se parece.... El señor es moreno y flaco, tiene narizona y le hacen cuenca los ojos; esta chiquilla es blanca como los nácares, tiene placenteros los ojos castaños y lozano el personal...; en nada se le parece. Y la buena mujer se quedó sumida en sus perplejidades y enamorada de la niña.

Dejaron pasar un rato; Leocadia destrenzó mientras tanto el escaso pelo a su madre, recogiéndoselo con un par de horquillas, y luego hizo lo mismo con sus largos rizos castaños. Pepe encendió un pitillo y examinó la lámpara, como quien ha de utilizarla hasta tarde, para que luego no faltara petróleo. Mucho escribes, hermano.

Muchos parecían resignados y buscaban un lugar donde morir, o se quedaban mirando a su regimiento, que se alejaba en dirección de Framont; ¡aquel regimiento de que formaban parte cuando salieron de su aldea, en el que habían hecho una larga campaña, y que ahora les abandonaba! «¡El regimiento volverá a ver a Alemania! pensaban los desgraciados . Y cuando pregunten al capitán o al sargento: «¡Conoce usted a un tal Hans, Kasper o Nickel, de la primera o de la segunda compañía?», responderán: «Espere usted... Me parece recordar... ¿Era uno que tenía una cicatriz en la oreja o en la mejilla, los cabellos rubios o castaños y cinco pies y seis pulgadas?

El lodo, apenas endurecido, estaba lleno de pisadas, y un frondoso grupo de castaños que había en la falda del montículo tenía, a trechos, rotos y astillados los troncos, en torno de los cuales caían desgajadas algunas ramas con las hojas ya mustias. A dos kilómetros de las primeras casas del pueblo, una serie de montones de escombros indicaba el lugar donde estuvo la estación del ferrocarril.

exclamé, allí están los veinticuatro escalones de que habla el registro, no hay duda. ¿Vivirá alguien dentro de esa choza? Bajemos e investiguemos indicó Reginaldo ansiosamente, y pocos minutos después descubríamos una estrecha huella que conducía del bosque de castaños directamente a los toscos escalones, los cuales bajaban hasta una angosta abertura entre dos rocas.

Pero aún el día 21 los contratantes del lado francés, generales Chabert y Marescot, y los del lado español, Castaños y conde de Tilly, no habían llegado a ponerse de acuerdo sobre las particularidades de la rendición. También alcanzamos a ver a lo largo del camino la interminable fila de carros donde los imperiales llevaban todo lo cogido en Córdoba. ¡Funestas riquezas!

Un enjambre de niños correteaba y gritaba en las cortas avenidas alrededor del monumento expiatorio. Lo primero que vió Julio al entrar fué un aro que venía rodando hacia sus piernas empujado por una mano infantil. Luego tropezó con una pelota. En torno de los castaños se aglomeraba el público habitual de los días calurosos, buscando la sombra azul acribillada de puntos de luz.

Allá arribita, el viento la meció, sosteniéndola sin violentas sacudidas: parecía balancearse en visible hamaca ó en los brazos de algún cariñoso genio. Desde allí ¡qué espectáculo! Abajo el corral con sus inquietos pollos escarbando sin cesar; la huerta, la casa, los castaños, el chopo, ¡qué pequeño lo que antes parecía tan grande!

Después de haber marchado algunos centenares de pasos entre dos filas de enormes castaños, me hallé en un vasto jardín de disposición circular, que más lejos parecía transformarse en parque; á derecha é izquierda profundas perspectivas abiertas entre espesuras compactas y ya verdeando, brazos de agua deslizándose bajo los árboles, y blancas barcas guardadas bajo techos rústicos.

Había sitios entre las torrenteras, tan profundos y peligrosos, y en los cuales sólo nos guiábamos por los negros y gigantescos esqueletos de los castaños inclinados sobre el abismo, que en ellos nos hubiéramos precipitado y perecido, sin la destreza y el vigor de los sufridos aldeanos de Milly. El peso de su preciosa carga les infundía sin duda confianza y valor.

Palabra del Dia

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