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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Hay varios medios de entrar en la casa decía Carrascosa tomando el brazo del militar: paro hay uno que es excelente. Esas viejas tienen un arrendatario que ahora debe venir á pagarles sus rentas, lo poco que tienen. Lo por Elías.

Ya sabe usted, señor don Claudio contestó Carrascosa que me acusaron de realista y me quitaron mi destino. ¿Yo qué iba á hacer? ¿Iba á morirme de hambre? Las ideas no dan de comer, amigo. Usted, que es rico, puede ser liberal. Yo soy muy pobre para permitirme ese lujo. ¡Solemne tunante! Lo que hago es estar al cabo de todo. ¿Quiere usted que acabe de ser franco?

En que se sabe lo que fue de Cervantes. Llegado había nuestro Miguel más muerto que vivo, amparado por la soledad de las calles y lo tenebroso de la noche, a la puerta de la casa de su amigo Carrascosa, y apenas si había tenido fuerzas para llamar a ella; que cuando la amiga del bachiller, a medio vestir, y no con gran empacho, bajó y abrió la puerta, encontrósele en el umbral poco menos que tendido y punto menos que desmayado.

Pero Carrascosa, aunque era buen observador, no pudo advertir al breve resplandor de aquella mirada fugaz como un relámpago, los dos abismos que, abierto el uno frente al otro, se contemplaron un instante, mostrándose todo su horror. No se crea por esto que tía y sobrina no se querían bien, no: se amaban, si cabe expresarlo así; se amaban como pueden amarse dos personas que se fastidian juntas.

Yo sospechaba desde el principio á dónde iba usted á parar, señor Carrascosa: pero quise aguardar á que se explicase dijo Salomé con mucho desdén. Señoras, veo que son ustedes inflexibles. Conozco mucho la noble entereza del carácter de ustedes y el tesón de sus principios para insistir más sobre este punto.

Venga usted, amigo; venga usted al momento le dijo con agitación. ¿Pero á donde, hombre, á donde? Está la casa sola. No puedo salir. ¿Que no puede usted salir?-dijo el abate asombrado. Pues buena la hace usted si no sale al momento y viene conmigo á donde yo le lleve. ¿Pues qué hay, Carrascosa? Venga usted, y hablaremos por el camino. Hombre, la casa.... Qué casa ni qué ocho cuartos.

Esa joven continuó Carrascosa, que se llama ... ya no me acuerdo de su nombre. Pues ... esa que es tan guapita y tan modesta. De seguro no habrá en la procesión ninguna que la iguale. ¡Señor don Gil! exclamó María de la Paz Jesús con explosión de cólera repentina. ¿Cómo se ha figurado usted que yo podía consentir en semejante cosa?

Oiga usted, señor pedante complutense, canonista, teatino, ó lo que sea, váyase á mondar patatas al convento de Móstoles, donde estará más en su lugar que aquí. Caballero dijo Carrascosa, poniéndose de color de un tomate y mirando á todos lados para pedir auxilio, porque aunque tenía al barbero por lo que era, por un solemne gallina, no se atreva con aquel corpachón de ocho pies.

-Eres lo más inútil ... Verás si yo la saco. -Quisiera verlo contestó Gil; y los dos se alejaron en dirección á Santa Bárbara. -Ya has olvidado tus antiguas mafias, diablo de abate; ya no sirves para el caso. A ver cómo puedo yo entrar ahí; discurre un medio, un ardid cualquiera: ¿para qué te sirve esa travesura? á ver. -Hay un medio magnífico contestó Carrascosa. -Pues explícate pronto.

Cuidado con los niños. ¡Liberalitos al fin! Y parece que quieren armar un alboroto esta noche dijo Carrascosa, seguro ya de la mentira que había de encajarle. ¡Esta noche! exclamó Elías, llevándose las manos á la cabeza. ¡Esos chicos están locos! Lo van á echar todo á perder.... Pero quién les ha dicho que esta noche. ¡Vaya con los niños! Pero voy allá al momento. Venga usted, porque si tarda....

Palabra del Dia

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