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Actualizado: 14 de mayo de 2025


El jardín seguía iluminado por el sol, pero el verde de los árboles, el amarillo del suelo, el azul del espacio, las espumas blancas del río, todo le pareció obscuro y difuso, como si cayese una lluvia de ceniza. Entonces... ¿todo ha terminado entre nosotros? Su voz temblorosa, suplicante, cargada de lágrimas, hizo que ella volviese la cabeza para ocultar su emoción.

Al entrar Antoñico, Velázquez le clavó una mirada cargada de odio y de amenazas que no pasó inadvertida para aquél. Se abstuvo cuidadosamente de acercarse al grupo donde el majo estaba, y al cabo de unos instantes se escabulló sin ser notado.

Decíase que en cierta ocasión había disparado el revólver sobre unos muchachos que le dirigían en son de burla el reflejo de un espejo a los ojos; se había batido con una pistola cargada de arena y otra de pólvora, y había matado a su contrario. Fue íntimo amigo del Naranjero, el célebre bandido de Córdoba, y se hacía acompañar por él en sus cacerías por la sierra.

El sol quema en esos parajes y el manzanillo incita con su sombra voluptuosa, cargada de perfumes. Los jóvenes yanquis se acogieron a ella, unos por ignorancia de sus efectos funestos, otros porque, en su calidad de hombres positivos, creían puramente legendaria la reputación del árbol. No sólo durmieron a su sombra, sino que aspiraron sus flores y comieron sus frutos prematuros.

Puso preso el alcalde á aquellos alguaciles, por el delito de no haber tenido tan buenas piernas como el huído, y después de esto fuese á su casa, encerróse en su despacho, sentóse delante de una mesa cargada de procesos, y sacando el pliego que el hombre misterioso le había dado, leyó en él lo siguiente: «Señor alcalde: Un hombre ha sido asesinado...»

Arrímeme a la pared por darles lugar y, desque el cuerpo pasó, venía luego a la par del lecho una que debía ser mujer del difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas mujeres; la cual iba llorando a grandes voces y diciendo: "Marido y señor mío, ¿adonde os me llevan? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la casa donde nunca comen ni beben!"

He pasado el charco siete veces, estoy sin sangre, y ya me corresponde retirarme a descansar con doce. ¡Maldita sea mi suerte! El cesante más digno de conmiseración es aquel que sólo pide unos cuantos días más de empleo para poder reclinar sobre la almohada de las Clases Pasivas una frente cargada de años, de sustos y de servicios. iii

Ante una larga mesa cargada de cerveza están sentados una porción de antiguos condiscípulos, pilluelos la mayor parte, a los que evitaba en otro tiempo. Se le rodea, se le invita a beber y se le obliga a tomar asiento. ¿Por qué te dejas ver tan poco, Juan? le grita uno desde el extremo de la mesa. ¿Dónde te metes de noche?

Pero en los caminos, no pasa un mendigo ni una paleta sin que arme conversación con ellos. No tiene malicia, ni desconfianza, ni sentimiento alguno de las conveniencias... Por más que le digo: «¡Eso no se haceya está hecho cuando yo hablo... El otro día iba un pobre hombre tirando, con su perro, de una carretilla cargada de chirimbolos, y con la lengua fuera al subir un repecho.

Y sintiendo en su interior la ciega bravura del mercader moro que sufre toda clase de ofensas, pero enloquece de furor cuando le tocan su propiedad, Barret entró corriendo en su barraca, agarró la vieja escopeta que tenía siempre cargada detrás de la puerta, y echándosela á la cara plantóse bajo el emparrado, dispuesto á meterle dos balas al primero de aquellos bandidos de la ley que pusiera el pie en sus campos.

Palabra del Dia

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