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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Y corrían los meses y la causa iba con pies de plomo, y el pobre diablo se encontraba metido en un dédalo de acusaciones, y el fiscal veía pruebas clarísimas en donde todos hallaban el caos, y el juez vacilaba, para dar sentencia, entre horca y presidio. Pero la Providencia que vela por los inocentes, tiene resortes misteriosos para hacer la luz sobre el crimen.
Pero en medio de las mismas rocas se encuentra una especie de caos; agujas, piedras movedizas, montañas de peñascos, sillares superpuestos, torres dominadoras, muros apoyados unos en otros y que dejan entre ellos estrechos pasos, tal es la arista que forma el ángulo de la montaña.
Y como en la naturaleza no falta nunca, ni en el hielo, cierto grado calórico, él también tiene su alma particular; es su grado de calórico; pero tan poca cosa, que no desprende luz; es un fuego fatuo entre otros fuegos fatuos; sirve para confundirle y extraviarle más; el hombre-sólido, por lo tanto en religión, en política, en todo, no ve más que un laberinto, cuyo hilo jamás encontrará; un caos de fanatismo, de credulidad de errores.
En el mismo capítulo en que me hacía el agradable cumplimiento que he citado, decía Vd., hablando del sitio de Montevideo, de que yo era soldado en aquella época: «En medio de este caos de intereses, respirando la atmósfera cargada de humo, y encerradas en un horizonte que á cada punto tiene aparejadas tormentas que de una hora á otra pueden descargar sobre sus cabezas, las musas argentinas, cualquiera que sea la ribera donde les sea permitido entregarse á sus sueños, lo divinizan todo, hasta la desesperacion y el desencanto.
No me supongais una facil credulidad, y solo por la consideracion que os tengo, evito una conversacion mas larga. A Dios. Este hombre hubiera podido ser una criatura admirable; y tal como es, presenta un caos que sorprende.
Se cogió entre los dedos el labio inferior, y moviendo la cabeza y hundiendo la barba en el pecho, metía los ojos debajo de las cejas. «En fin..., yo hablaré con Rodríguez... Es amigo mío..., buena persona. ¡Dos mil quinientos! murmuró la joven ensimismada en sus cálculos, como un calenturiento sumergido en el doloroso caos de su estupor febril. Veremos... Quizás se pueda...
Sin embargo, la señora de Maurescamp, a pesar del caos que se agitaba en su espíritu, mostrábase ante su madre y ante el público con esa frente serena e impasible que sorprende siempre en las jóvenes, recién casadas, y que atestiguan el poder del disimulo en la mujer.
Llega una época en que el alma siente la necesidad de tomar posesión de sí misma y de recogerse en meditaciones imponentes, lejos del caos de los negocios sociales, bien lejos, sobre la cumbre de un monte que agujerea las nubes y domina las llanuras inmensas y los mares sin orillas.
Un cura pensaba yo, debe tener sobre el amor ideas erróneas y extraordinarias, porque puesto que no puede casarse, no puede amar. Sin embargo, Francisco I era casado y... no comprendo nada de todo esto, y tengo que saberlo. Existía tal caos en mis ideas que a pesar de mis desdeñosas prevenciones a cerca de la opinión de mi cura, resolví dilucidar con él este escabroso asunto.
Qué singular contraste aquel con el de los riscos donde me encontraba! Era la imágen del caos al lado de la mas grande tranquilidad: era la naturaleza triste y silenciosa en presencia de la vida mas animada.
Palabra del Dia
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