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Actualizado: 21 de julio de 2025
Ponedle en una aldea, él vencerá la distancia y llegará a la capital; tirará el arado; pondrá un pie en el hombre-sólido, otro en el líquido, y una vez arriba: «Yo mando exclamará, no obedezco». Tales son las leyes de la naturaleza. Una vez comprendido este principio general de física, mis lectores conocerán al hombre-gas a primera vista.
Tanto valdría llamar ojos de la tierra a las grietas que produce un volcán. Es el primer instrumento adherido siempre a los demás instrumentos. El hombre-líquido fluye, corre, varía de posición; vuela a ocupar el vacío, tiene ya mayor grado de calórico; serpentea de continuo encima del hombre-sólido, y le moja, le gasta, le corroe, le arrastra, le vuelca, le ahoga.
No es siquiera la linterna apagada; es la linterna que nunca se ha encendido, que jamás se encenderá: falta dentro el combustible. El hombre-sólido cubre la faz de la tierra; es la costra del mundo. Es la base de la humanidad, del edificio social.
Hoy es meritorio, mañana escribiente, pasado oficial; su instinto es crecer, rara vez separarse del suelo; si se alza momentáneamente, vuelve a caer. Dada una idea rápida y general del hombre-sólido y del hombre-líquido, pasemos al objeto de nuestro artículo, al hombre-gas. De las dos especies referidas está lleno el mundo; no se ve otra cosa.
Y como en la naturaleza no falta nunca, ni en el hielo, cierto grado calórico, él también tiene su alma particular; es su grado de calórico; pero tan poca cosa, que no desprende luz; es un fuego fatuo entre otros fuegos fatuos; sirve para confundirle y extraviarle más; el hombre-sólido, por lo tanto en religión, en política, en todo, no ve más que un laberinto, cuyo hilo jamás encontrará; un caos de fanatismo, de credulidad de errores.
Como la tierra sostiene todos los demás cuerpos, a los cuales impide que se precipiten al centro, así el hombre-sólido sostiene a los demás que se mantienen sobre él. De esta especie sale el esclavo, el criado, el ser abyecto; en una palabra, el que nunca ha de leer y saber esto mismo que se dice de él. No raciocina, no obra, sino sirve.
Palabra del Dia
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