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Actualizado: 7 de mayo de 2025


«¡Pobre! ¿Y aquella torre no era suya?...» Febrer le contestó riendo. ¡Bah! Cuatro piedras viejas, que se caían cansadas de existir; un monte inculto, que sólo tendría algún valor trabajado por el payés... Pero éste insistió. Le quedaba lo de Mallorca, que aunque algo enredado, era mucho... ¡mucho!

A la caída de la tarde iban llegando las mujeres, cansadas de todo un día de correteo por Madrid. Los estómagos vacíos estremecíanse al aproximarse estos mensajeros de la abundancia. Reconocíanlas los gitanos apenas llegaban a la cuesta de las Cambroneras. Por allí vienen la Buchichi y la Pique decían los que jugaban a los bolos, avisando a los maridos.

Juan de la Cueva viene á decir, que el haberse mudado las leyes de la comedia, no proviene de que falte en España instrucción ni talento suficiente para seguir tan antigua senda; sino que, al contrario, los españoles intentaron ajustar esas reglas á las distintas necesidades de su época, y sacudieron la traba de encerrar tantos sucesos diversos en el espacio de un día, pues sin rebajar á los antiguos poetas, y á los griegos y romanos, sus imitadores, sin despreciar lo mucho bueno, que hicieron, se debe confesar sin embargo, que sus comedias son cansadas, y no tan interesantes é ingeniosas como debieran; y de aquí, que cuando se aumentaron los talentos, mejoraron las artes, y se imprimió en todo más vasta forma, se abandonó también el antiguo estilo, prefiriéndole otro nuevo y más adecuado á su época, como hizo Juan de Malara en sus tragedias, separándose algo del rigorismo de las antiguas reglas, aunque no falten quienes sostengan que el mismo La Cueva traspasó los límites de la comedia, ofreciendo juntos en el teatro reyes, dioses y viles personajes, suprimiendo un acto de los cinco, y convirtiéndolos en jornadas.

Había trabajado en las fábricas, había servido á una familia como doméstica, pero al fin sus hermanas le dieron el ejemplo, cansadas de sufrir hambre; y allí estaba, recibiendo unas veces cariños y otras bofetadas, hasta que reventase para siempre. Era natural: donde no hay padre y madre, la familia termina así.

Muchas mujeres de título, decepcionadas y cansadas del mundo, a menudo jóvenes y bellas, cambiarían contentas sus posiciones con las hijas del pueblo, cuya existencia, aun cuando de duro trabajo, está, sin embargo, llena de inocentes placeres y de tanta felicidad como es posible obtener en nuestro mundo de lucha. Esta afirmación podrá parecer extraña, pero declaro que es verdadera.

El era quien durante las ausencias del matador se encargaba de apaciguar a las mujeres, incluso a la suya, dejándolas como furias cansadas. Vamos a ve decía , ¿qué es too? Una niñá sin importancia.

El sol no había conseguido disipar la niebla; se le vislumbraba detrás de un toldo blanquecino, como si fuera una luna de teatro hecha con un poco de aceite sobre un papel. A lo lejos gritaban las agoreras aves de invierno, que después aparecían bajo las nubes, volando fuera de tiro, sin miedo al cazador, pero tristes, cansadas de la vida, suponía Quintanar. «El campo estaba melancólico.

Después de todo, conde, tiene usted razón, como decía su amigo, y él también la tiene. He hecho mal en ponerme agresiva. ¡Los pueblos nuevos! dijo Sorege. Ya pensarán como nosotros, razas cansadas. La joven ofreció la mano á Tragomer y le dijo con su amabilidad acostumbrada: Me he exaltado un poco; espero que me dispensará usted.

Rafael, sonriendo al poderoso santo como a un amigo de su niñez, pasó el puente y entró en el Arrabal, la ciudad nueva, anchurosa y despejada como si las apretadas casas de la isla, cansadas de la opresión, hubiesen pasado en tropel a la ribera opuesta, esparciéndose con el alborozo y el desorden de colegiales en libertad. El diputado se detuvo en la entrada de la calle donde estaba el Casino.

Al entrar el joven en la arboleda vio venir hacia él las máscaras que le había mostrado la mujer de Coleta. ¡Es Isidro!... ¡Es el sabio! ¡El que escribe en los papeles! El grupo le rodeó: todo él era de mujeres. Se habían retirado al bosquecillo, cansadas de pasear por las calles del barrio, donde tenían que defenderse de los pellizcos de los mozos.

Palabra del Dia

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