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Actualizado: 14 de julio de 2025


Garay de á digimos sale á priesa Con su gente, y las balsas que llevaba, Lo que en esta salida le interesa Es el buscar comida que faltaba. Tambien se procuraba hacer presa En el falso Terú que allí moraba: Y oid lo que sucede un dia de Ramos, Que de vista es el cuento que contamos. Por un pequeño rio de boscage Las balsas y la barca caminaban, Cuando vimos venir un gran salvage.

Caminaban por una senda estrecha abierta entre los maizales. El teólogo iba delante y el P. Gil detrás. Súbito aquél paró en firme el paso y la lengua. Al doblar un recodo se encontró de frente con el hijo de Cosme, que traía colgado a la espalda un cesto mediado de anguilas. Verlo el teólogo y arrojarse sobre él sin conmiseración fue todo uno.

Cuando caminaban hacia casa, Peña le dijo con ruda franqueza: Los padrinos de Villar querían que se cortasen las puntas a los sables; pero yo me opuse. «No, no, dije, conozco bien a don Rosendo, y es hombre que aborrece las niñerías. No se puede jugar con él. Cuando se mete en un lance de éstos, es menester que vaya todo muy serio.

Caminaban tambaleándose cuando creían marchar en línea recta; se detenían los dos al mismo tiempo en ciertos sitios, sin saber por qué. Su tardo paso ponía en conmoción las «villas». Los perros de los jardines ladraban furiosamente á los intrusos, incrustando sus hocicos entre los hierros de las verjas.

Juanito llevaba en su bigote cortezas de cacahuet; y a pesar de esto, los dos se sentían en un ambiente ideal y caminaban como si no pusiesen los pies en el suelo.

Rafael, su amigo y Andresito caminaban lentamente, con cachaza filosófica, mirando el hermoso grupo, sin intentar mezclarse en él. Mientras tanto, Juanito pasaba la tarde en la cocina. Era una tendencia que avergonzaba a doña Manuela la que demostraba su hijo mayor. Apenas se formaba en la cocina una tertulia de criadas, allí estaba él, como arrastrado por irresistible seducción.

Aquellos hombres que pasaban afanosos, secándose el sudor de sus frentes, aquellos que con un cigarro en la boca caminaban despreocupados y tranquilos, yo los conocería en mi hora, yo sabría de las pasiones que los movían y de las esperanzas que los alentaban.

Delante iban las atlotas de traje dominguero, con pañuelos rojos o blancos y faldas verdes, brillando al sol sus grandes cadenas de oro. Junto a ellas caminaban los pretendientes, escolta tenaz y hostil que se disputaba una mirada o una palabra de preferencia, asediando varios a la vez a la misma moza.

Caminaban luego las dos filas de hombres con velas ardiendo, y por último venía una bella efigie de la Virgen, que estaba sobre los cuernos de la luna, la cual luna era de plata, lo mismo que la corona que llevaba la Santísima Celestial Señora. Era su manto de raso azul celeste, todo él bordado también de plata, y que había costado un dineral.

Cuando vió que estaba ya sereno y en disposición de marchar, se cogió a su brazo y le dijo: Vamos. Y procuró distraerle, mientras caminaban, hablándole de una sauterie que proyectaba y a la cual le pedía con insistencia que no dejase de asistir. Y lo mismo los sábados ¿verdad? Cuidado con abandonarme.

Palabra del Dia

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