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Es que lo que contigo ha hecho resulta en ofensa mía, y quiero saber si puedo seguir siendo su amigo. Trató de verle en el café; pero Godofredo no asistía allí desde el rompimiento de sus relaciones, por no tropezar con la familia Sánchez. Entonces se decidió a ir a su casa. Llot vivía en una de huéspedes, modesta y patriarcal, de la calle de Jesús del Valle.

La vida humilde tiene sus dulzuras: es grato, en una mañana de sol alegre, con la servilleta al cuello, delante de un bistek con patatas, desdoblar el «Diario de las Noticiasdurante las tardes de verano, en los bancos gratuitos del paseo, se gozan suavidades de idilio; y es sabroso, de noche, en Martiño, mientras se toma a sorbos el café, oir a los charlatanes injuriar a la patria.

En la ligera conversación que tuvimos durante el café, supe que aquel reverendo padre hacia la friolera de cuarenta y siete años que arribó á estas playas. Mientras saboreó el café habló largamente con su criado, quien en su larga práctica de quince años que estaba á su servicio, debía conocerle perfectamente sus gustos y necesidades.

Espiando por detrás de los visillos aquella florida juventud, ávida de los goces estéticos, vio pasar a Granate correctamente vestido, balanceando su torso colosal sobre unas piernas que no lo merecían. Le vieron entrar en casa de Estrada-Rosa y hasta oyeron el ruido del picaporte. Nada más. Inmediatamente se abrieron de par en par los balcones del café y se llenaron.

Se bailó en mangas de camisa, con esa grata familiaridad que caracteriza a los hombres de negocios en momentos de alegría. Así y todo, se sudaba como en los primeros días de la creación. Las mejillas de las damas echaban fuego. ¡Ah, si pudieran utilizar el hielo que envolvía en aquel instante el corazón del violinista del café del Siglo, qué bien se refrescarían!

El buen humor, empujado por el vino, comenzaba a hacer de las suyas: las dos mujeres, menos acostumbradas a la bebida, decían mil atrevidos disparates; Damián y Luis hablaban como en el café, contando cuentos verdes; por último, Casilda, algo alegrilla y deseosa de desplegar lujo, encendió todas las bujías de dos candelabros que adornaban la chimenea.

Usted me permitirá que tome café, ¿verdad? preguntó en tono de burla a Mario.

En cuanto tomaron el café, Emma, que estaba de muy buen humor, se levantó y dijo con solemnidad cómica: Ahora esperen ustedes aquí sentados; les preparo una gran sorpresa. ¿Qué hora es? Las ocho dijo el tío, que, a pesar de sus bromitas, que horrorizaban a Bonifacio, tampoco las tenía todas consigo. ¿Las ocho? Magnífico. Esperen ustedes un cuarto de hora.

El conde besó la mano a la señora Chermidy y corrió al hotel de su madre. La linda mujer quedó con el doctor. Puesto que hay gentes que carecen de pan dijo , veamos, doctor, ¡una taza de café!... ¿Cómo me las arreglaría yo para ver a esa mártir del pecho? Porque es necesario que sepa yo a quién confío a mi hijo. Puede usted verla en la iglesia, el día de la boda.

La riqueza del Brasil la constituyen el azúcar y el café: el café sobre todo es su principal ramo de riqueza.