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Actualizado: 3 de junio de 2025
Mientras D. Laureano tomaba el café, enfilando miradas incendiarias a la belleza que había descubierto, y Adolfo se enfrascaba nuevamente en la lectura del periódico, nuestro joven enamorado cambiaba sonrisas de inteligencia con la vecinita. Había estado muchísimo tiempo asistiendo al café sin fijarse en ella.
Siga usted dijo Fernando . Creo estar en Madrid en un estudio de pintor, en un saloncillo del Ateneo, en una tertulia de café... Esto me rejuvenece. Ríase, pero sepa que me da rabia la hipocresía de los «sacerdotes del ideal», que maldicen el dinero en público y luego corren tras él como un cobrador de Banco.
Un corredor o galería, sostenida por columnas de mármol, le circundaba; y así en la galería, como en varias salas a que la galería daba paso, había mesas de tresillo, otras con periódicos, otras para tomar café o refrescos; y, por último, sillas, banquillos y algunas butacas. Las paredes estaban blancas como la nieve del frecuente enjalbiego, y no faltaban cuadros que las adornasen.
Entremeses, sopa real, consommé de almejas, tortilla con picadillo, dorada, langostinos a la americana, ganso a la inglesa, alcachofas rellenas, chochas al horno, gazapos en papillotes, helado de café con leche, crema con bizcochos, quesos, frutas y dulces, vinos, café y licores.
Ciertas personas le infundían un respeto que casi casi era pánico, y al verlas venir por la calle se pasaba a la otra acera. Estas personas no le habían hecho daño alguno; al contrario, eran amigos de su padre, o de doña Lupe o de Juan Pablo. Cuando iba al café con los amigos, estaba muy bien si no había más que dos o tres.
Tuve excelentes maestras decía Leonora al recordar aquel período de su juventud. Eran buenas en el fondo, pero con ellas nada quedaba por aprender. No recuerdo cuándo abrí los ojos. Creo que no he sido nunca inocente. Algunas noches la llevaba el doctor a su tertulia del café o a la galería alta de la Scala si algún músico le regalaba billetes.
La señá Rafaela se apresuró a despedirse de su protegido e hizo ademán de irse hacia su casa; pero en cuanto vio a Godofredo lejos, dio la vuelta hacia el café del Siglo, porque la picaba mucho la curiosidad. Romadonga entró efectivamente en el café del Siglo en tal estado de alteración que sorprendió a sus amigos.
El pueblo de Madrid lo hará bien; los detesta, y allá irán unas turbas que ya, ya ... ¿Conque al fin no va usted á que le designen su puesto? Sí dijo Lázaro para disimular su propósito. Voy. Yo espero aquí un recadillo del amo del café. Adiós dijo Lázaro, saliendo con precipitación. Su resolución era irrevocable. No podía permitir que se llevara á efecto aquel complot infame.
En un tiempo en que se honra al mérito y al talento dijo un hombre que vestía una ropilla de terciopelo encarnado, el cual tomaba lentamente y con placer su chocolate. Que se le recompense como cantante, concedo replicó un joven hidalgo, que estaba arreglándose ante un espejo del café los bucles de su cabellera y su chorrera de encaje.
A los individuos de Orden Público o de la Guardia Civil que iba encontrando, les miraba ya como subalternos, y por poco les manda prender a su tía y a Torquemada. En el café, aquella noche, hubo la gran escena. Al principio no dijo nada, esperando dar la sorpresa de sopetón; pero sus amigos conocieron que no era el mismo hombre.
Palabra del Dia
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