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Actualizado: 14 de julio de 2025


El dia siguiente entraron en Fyal, donde tomaron agua, y algunas otras provisiones, y el 31 salieron para Inglaterra estando obligados á cortar su cable y dejar la ancla. Tuvieron buen pasage de Fyal á Spithead, adonde llegaron el viernes. El pequeño Pinguin se embarcó deshecho el año pasado en el referido Endeavour, con carpinteros para volverlo á construir en el puerto de Egmont.

Estaba el Almirante del armada Con solo un cable y ancla: el porfiado E importuno sur desamarrada La lleva, habiendo el cable reventado. La nave por la mar andaba errada, El piloto no acierta de turbado A decir ni mandar lo que conviene, Que en el alma metido el miedo tiene.

Sin adelantar un cable y sin poder ganar una buena y segura vuelta, cruzando constantemente vela para evitar las corrientes, estuvimos no cuántos días á la vista de la pintoresca isla Verde, retrocediendo unas veces y avanzando otras por las bandas, siendo empujados á la tranquila ensenada de Batangas ó á las arenas de puerto Galera.

Otra ancla cayó al mar con el mismo ruido. ¿Cómo le va a usted, tío? dijo una voz dulce y varonil desde a bordo. Hola, Gonzalito. ¿Llegas bueno, hijo mío? Perfectamente; voy allá ahora mismo. Y se bajó con gran agilidad por un cable al bote. Vamos a esperarle dijo don Rosendo poniéndose a andar. Pero la mano del señor de las Cuevas le sujetó como unas tenazas por el brazo.

Los diarios, el cable, las agencias telegráficas, me anunciaban con una anticipación ruidosa. «¡Va á llegar el invencible Spadoni!» Y las empresas de juego, considerando su muerte próxima, hacían dinero con su agonía, vendiendo asientos á precios fabulosos á todos los que deseaban presenciar mi triunfo.

En cada uno de sus hombros se colocó un grupo de aquellos siervos medio desnudos que se dedicaban á los trabajos de fuerza. Manteniéndose sobre estos lomos, curvos, resbaladizos y cubiertos de tela en la que hundían sus pies, fueron desenvolviendo dos rollos de cable.

La de los Pavos temía que entre ella y su sobrina quedase aquella relación, aquel cable telegráfico, por donde vinieran a comunicarse la honradez más pura y la inmoralidad. Conservar el dinero era sostener una especie de parentesco... ¡Oh!, no, esto parecía como transacción con la afrenta. Pero al propio tiempo, entregar los santos cuartos a su dueña era lo mismo que tirarlos a la calle.

Era un espléndido navegante y verdaderamente intrépido. Conocía tan bien el Mediterráneo como otros hombres conocen la calle Cable, en Whitechaple, y su vida había estado llena de aventuras. Pero en tierra era un loco atolondrado. Recuerdo con cuánta dificultad escapamos una vez con vida de una pequeña ciudad de la costa de Argelia.

Presentía el infortunado que las chambras jamás deben confundirse con las enaguas. D.ª Carolina acudió generosamente al socorro de aquella desgracia. Los hombres no entienden nada de nuestra ropa, muchacha, y además, mirando por los cristales del escaparate no es fácil distinguir lo que se compra. Timoteo le dirigió una mirada de carnero moribundo agradeciendo el cable de salvación.

Ahí decían que en la liquidación última de la Bolsa, de la que Esteven salió tan comprometido, el ministro le había echado un cable para salvarle, pero, lo que es ahora, el cable se ha roto y mi hombre se hundirá y ¡laus Deo! que bien ganado se lo tiene. Pues yo no lo creo, Pablo, mientras no lo vea, no he de creerlo...

Palabra del Dia

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