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Actualizado: 19 de octubre de 2025


Este señor está de buen año dijo con la sinceridad de la barbarie uno de los camilleros. Al sacar a don José del comedor, hubo necesidad de detenerse un momento para apartar un mueble que estorbaba el paso, dejando, entre tanto, que la butaca descansara en el suelo.

Tirso sintió caer una lágrima sobre su cuello; doña Manuela y Leocadia les miraban, sin atreverse a separarlos, ambas impacientes por acercarse; Pepe, temeroso de que aquella impresión dañara a su padre, se adelantó hasta la butaca y, apartando suavemente a Tirso, dijo: Que haya para todos; los demás, ¿no somos nadie? ¡Ya ves, hijo mío, cómo estoy!

En fin, arrellanándose en su butaca y suspirando profundamente, me dijo con una simplicidad de que le estoy agradecido: Está bien, señor: le doy mil gracias. Este rasgo de grosera probidad, por el cual la señora de Laroque tuvo el buen gusto de no cumplimentarme, no dejó por eso de hacerle concebir una gran idea de la capacidad y de las virtudes de su intendente.

Magdalena lanzó un grito de alegría y Amaury cayó de hinojos. Mas de pronto levantose porque acababa de ver que Magdalena vacilaba y estaba a punto de desplomarse. El señor de Avrigny se apresuró a acercar una butaca en la que Magdalena se dejó caer más bien que se sentó, porque, en efecto, sentíase desfallecer por momentos.

El mezquino cuerpo se perdía en la anchura de aquella cama tan grande, y allí podía pasearse en sueños el esposo como en los inconmensurables espacios del Limbo. La esposa no se acostó, y acercando una butaca a la cama, y echándose en ella, cerró los ojos.

Aquella era la seña que tenían concertada en el teatro de Madrid, para conocer que él había llegado y que esperaba en el pasillo. Cristeta, entre acobardada y gozosa, se dejó caer en una butaca. Estaba sola, y don Juan a dos pasos. Sólo les separaba un miserable pestillo, que con el dedo meñique podía descorrerse.

Estaba, como siempre, arrellanada en su butaca, tapadas las piernas y los pies con una magnífica piel de cabra selvática, repartiendo miradas de amarga desolación entre el cielo raso y una copa de leche que tenía en la mano.

Mucho calor y mucha gente, pero una noche de las fiestas Mayas no debe desperdiciarse. El tenía una butaca, que le había regalado, ¿a qué no sabía quién? ¡Jacintito Esteven! Este nombre hizo en la tía el efecto de una picadura.

Acaso... profirió el joven balbuciendo. Elena llevó a su cuñada hasta la butaca de paja, la hizo sentarse en ella y cubrió su rostro de besos. Después vino a plantarse delante de Tristán que continuaba sentado. ¿Acaso qué...? vamos a ver. Acaso haya dicho a Clara algunas palabras mortificantes... ¿Y con qué derecho dice usted a Clara palabras mortificantes? Con ninguno.

Por fin, cuando nos avisaron para almorzar, me dijo desde la butaca donde estaba sentado en mi habitación, chupando un cigarro puro y envolviéndose en una nube de humo: ¿Sabe usted, amigo Sanjurjo, que me voy de excursión con ustedes esta tarde?... , voy añadió en voz baja y con acento rápido para que Isabel no se figure que me estoy muriendo de pena. Me alegro muchísimo.

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