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Actualizado: 19 de octubre de 2025


Además, puedo encontrarme con Muñoz y esto sería desagradable. Yo pienso ceder mi butaca a Fernando para que él invite a otro amigo, o puedo dártela a ti... ¡Pero si yo estoy muy bien en el palco nuestro! Para que la regales, Charito. No me interrumpas.

Cuando llegó a casa y fue a dar las buenas noches a su papá, encontró a éste sentado en una butaca de su gabinete, fumando y envuelto en la sombra que proyectaba la pantalla del quinqué. Buenas noches, papá. Buenas noches, hijo mío. Miguel se acercó para darle un beso. El brigadier le retuvo entre sus rodillas acariciándole los cabellos. ¿Cómo lo has pasado en casa de tu tío? Bien.

Allí estaba Villamelón, repantigado en una butaca, hablando misteriosamente con el ministro de la Gobernación. Lanzóse el niño a su padre, y echándole los brazos al cuello, le dio dos besos. ¡Hola, caballerito! exclamó Villamelón . ¿Ya de vuelta?... ¡Me alegro!...

El padre Ortega empujó suavemente a Clementina hacia los brazos de su padre, y aunque ella era la menos conmovida, al fin se dejó abrazar por él, que la tuvo un buen rato apretada. Cuando la soltó se llevó el pañuelo a los ojos y se dejó caer en una butaca, vencido por el peso de tanta emoción. Después de esta escena conmovedora nadie osó acordarse de intereses.

Me indicó una butaca desocupada a su lado, y por no parecer grosero, me senté. La belleza «en colosal» y llamativa de la dama había traído hacia aquel sitio a algunos pollastres, que la miraban fijamente.

Avanzó la tarde sin que Paz se tranquilizara, engolfándose tanto, por el contrario, en sus amargos pensamientos que, sólo al sorprenderla la tarde hundida en la butaca, como viese que iba oscureciendo y faltaba en los balcones el resplandor del día, empezó a vestirse, temiendo que la llamaran a comer.

Durante unos minutos, que me parecieron siglos, estuvo como muerto, caído en su butaca, inerte e insensible a nuestros cuidados y a los gritos de doña Polidora... En esos instantes han pasado por mi mente horribles pensamientos...

Yo con mil reales seré más rico siempre que con mil duros; porque gastarlos. Calderón gruñó algunas protestas y siguió trabajando. El duque, sin quitarse el sombrero, dejóse caer en la única butaca que allí había forrada de badana blanca, o que debió de ser blanca.

Lo primero que ve es la ropa de viaje colocada sobre una butaca, y en un rincón el mueblecillo donde la víspera guardó el dinero para huir con ella, robándosela al hombre misterioso sin rostro ni facciones. Un nombre se le viene a los labios: «¡MartínezEsta es la única tristeza indudable que pasa del sueño a la vigilia.

El poeta, arrellanado en una butaca, con el brasero delante, dirigía la escena en la forma dictatorial que pudiera hacerlo García Gutiérrez o Ayala: una mirada suya bastaba para ruborizar o poner pálida a Clotilde: los demás no protestaban por respeto a ella.

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