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Actualizado: 29 de mayo de 2025
El cochero de Currita, Tom Sickles, enorme tipo del automedonte británico, que pedía a voces el tricornio y la peluca empolvada, y se había sentado en Londres en el pescante del duque de Edimburgo, y en París en el de la princesa Matilde, dirigió los caballos corriendo a lo largo de la manifestación, por ver si adelantaba la cabeza de esta y podía entrar por la calle del Caballero de Gracia o por la de Peligros.
En aquel piso bajo, amueblado en un estilo inglés muy puro, época de la Reina Ana, la vida interior se desarrollaba según las reglas de un reglamento severo, completamente británico. Huberto fue interrumpido en sus reflexiones por la entrada de un criado, inglés, como los muebles, que le traía el té y el correo.
El Museo Británico es, sin disputa, un grandioso monumento que refleja la gloria, el poder y el cosmopolitismo de la Gran Bretaña; y, prescindiendo de su carencia de buenos cuadros de pintura y frescos, cosa general en casi todos los establecimientos públicos de Lóndres, puede decirse que no tiene rival en el mundo, bajo muchos aspectos.
Estos no sólo transportaron los heridos a la tercera y a la segunda batería, sino que también pusieron mano a las bombas, mientras sus carpinteros trataban de reparar algunas de las averías del casco. Rendido de cansancio, y juzgando que Don Alonso podía necesitar de mí, fui a la cámara. Entonces vi a algunos ingleses ocupados en poner el pabellón británico en la popa del Santísima Trinidad.
El insular, como todos sus compatriotas que viajan, tenia vieja amistad con el mar, y el puente del vapor le gustaba de preferencia. Yo, entretanto, leia ó dormia en el camarote, una vez que se perdió de vista la costa de Marsella. Al dia siguiente oí desde mi alcoba, en el hotel de las «Cuatro naciones», en Barcelona, que en la pieza contigua silbaba alguno el himno británico God save the queen.
Por primera vez, viendo entre la bruma este desfile de dreadnoughts, que evocaban la imagen de un rebaño de monstruos marinos de la prehistoria, se dió cuenta exacta Desnoyers del poderío británico.
Nuestro judío alemán comenzó por sucumbir en cuanto á su nacionalidad, pues, por divertirnos, le hicimos muchos cargos á la Gran Bretaña, y hubo de declararse alemán para no aceptar la responsabilidad. Fingí que tenia opiniones muy recalcitrantes y le dije que era un horror la admisión del judío Rothschild en el Parlamento británico, porque esa raza maldita no merecía ninguna consideración.
La junta, presidida por Casas, se hizo cargo de los despachos de Murat y de los que el gobierno británico habia enviado por medio de Colincour y de Cochrane, y optó decididamente por la conservacion del estado de cosas sin alteracion de ninguna especie.
Todos saludaron a nuestro joven, muy circunspectos, sobre todo los toreros, que son los que mejor conservan, en el trato, la gravedad serena y afable peculiar del pueblo español, tan distante del orgullo británico como de la extremada urbanidad de los franceses. El Cigarrero era un hombre ya entrado en días, con el cabello casi blanco, pequeño, fornido, soportando sus años con mucha gallardía.
En aquel momento mi corazon se apretó dolorosamente; un suspiro profundo me arrancó de mi contemplacion detras de los timoneros del vapor, y sentí que una lágrima ardiente me quemaba la cara.... Esa era mi despedida, mi silenciosa invocacion á la patria. Alcé los ojos al cielo, y ví que el pabellon británico flotaba sobre mi cabeza.
Palabra del Dia
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