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Actualizado: 15 de noviembre de 2025


Sus largos cabellos de color rubio claro brillaban como rayos de sol, y en sus ojos límpidos y francos, que se iluminaban con una llama jovial para tomar en seguida una expresión soñadora y tranquila, había un mundo entero de ternura y de bondad. Se unió desde entonces con verdadera pasión, al hermano que durante tanto tiempo lo había descuidado.

Un cuervo de gran tamaño, cuyas negras alas brillaban como un espejo, se posaba sobre su hombro.

Muy al fondo brillaban en llamaradas de un rojo sombrío los últimos resplandores del día moribundo que arrojaba sobre las pulidas baldosas un largo surco de luz. Sonidos vagos, que recordaban la voz de un niño, herían mi oído cuando el viento se colaba bajo la bóveda. Un leve grito de gozo llegó hasta , a través de la puerta, y me hizo estremecer.

El ave movía ligeramente las alas, que brillaban fantásticamente como abanicos de esmeraldas; y con la certeza de que no podría yo asirla viva, decidí darle muerte.

La noche cerraba, y bajo los sauces el frío y la obscuridad aumentaban; sobre la superficie del río, brillaban, desparramadas, lucecitas amarillas, a lo lejos, que se movían, como fuegos fatuos. En el cielo, ni una estrella; los ecos del paseo se habían acallado... Quilito sacó el revólver.

Las hojas de las magnolias brillaban como cristales, y en aquella atmósfera acuosa los colores, los matices de la naturaleza cambiaban sin cesar, los contornos de los árboles y las montañas se desvahaían con suavidad exquisita.

Tampoco pudo recordar las personas que habían asistido a la ceremonia; sólo tenía presente la cara del cura, muy viejo y con cejas canosas sobre los ojos pequeños que brillaban inexpresivamente en las órbitas hundidas. Se parecía al sacerdote que la confesara días antes.

Huertas y prados los riegan las aguas de la ciudad y son más fértiles que toda la campiña; los prados, de un verde fuerte, con tornasoles azulados, casi negros, parecen de tupido terciopelo. Reflejando los rayos del sol en el ocaso deslumbran. Así brillaban entonces. Ana entornaba los ojos con delicia, como bañándose en la luz tamizada por aquella frescura del suelo.

Cuatro días ha estado usted con una fiebre altísima. ¿Cuatro días? . Por eso estoy rendido. ¿Y su madre de usted? También ha estado enferma, pero ya se levanta. Me alegro mucho. ¿Sabe usted? Es raro dijo Martín no me parece usted la misma que vino en la carretera con nosotros. ¡No? No. ¿Y por qué? Le brillaban a usted los ojos de una manera tan rara, así como dura... ¿Y ahora no?

Eran ya las nueve, y la tierra abrasaba; el aire no se movía; las estrellas parecían más próximas según el fulgor vivísimo con que brillaban, y veíase entre las grandes y medianas mayor número, al parecer, de las pequeñitas, tantas, tantas que era como un polvo de plata esparcido sobre aquel azul intensísimo.

Palabra del Dia

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