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Actualizado: 1 de julio de 2025
En una brecha aparecieron kepis rojos, piernas del mismo color intentando pasar sobre los escombros. Pero la visión se borró instantáneamente bajo la rociada de las ametralladoras. Los asaltantes debían caer á montones al otro lado de la pared. Desnoyers no supo con certeza cómo se realizó la mutación. De pronto vió los pantalones rojos dentro del parque.
Lo que Cárlos VII y los Husitas no habian logrado, aquel con su pragmática y estos con sus largas y terribles campañas, se hubiera de seguro conseguido en el siglo XVI aun sin el auxilio de otros príncipes y de otros reformadores, solo por efecto del movimiento intelectual que con su idolatría hácia la clásica antigüedad habian inaugurado el Dante, Petrarca y Bocaccio. ¿Qué mayor golpe podia sufrir el antiguo y venerando edificio de la severa civilizacion cristiana en todas sus faces, que la admiracion tributada por los genios mas eminentes á todas las creaciones de la antigüedad pagana? ¿Y sabian por ventura qué brecha abrian en la fortaleza de la autoridad espiritual desechando las costumbres groseras, las ideas humildes, las formas semi-bárbaras de su tiempo, aquellos libres pensadores del siglo de Leon X, eclesiásticos, prelados, jurisconsultos y literatos, que como el licencioso Berni, el sibarita Bembo, el escéptico Sadoleto, y tantos otros, se entregaban con orgullo á los placeres de una vida materialista, elegante y licenciosa?
Deseaba hablar cuanto antes para salir de su angustiosa incertidumbre. Pero el hermano se resistía a iniciar la conversación mientras pisasen aquella tierra sometida a la vigilancia de su padre. Se detuvieron en la cerca de chumberas, junto a una gran brecha que dejaba ver un copudo olivar, tras cuyo ramaje descendía el sol.
Fuese por la distracción, por el cambio o por el aire vivificante y saludable, nadie hubiera conocido a la agonizante de la víspera, de movimientos cansados, mirada muerta y piernas inertes en la intrépida paseante que se veía con frecuencia en la «Brecha de los Ingleses», en el jardín de la «Villa Blanca», en el casino de Granville y en la playa de Saint-Pair.
Veo de pronto á los genios despreciados por las muchedumbres que luego se apropiaron su gloria con un orgullo nacional; veo á todos los artistas que abren fuentes de idealismo para la turba grosera, é inmediatamente quedan expulsados de las márgenes de su obra; veo á los poetas de la acción que derriban muros tradicionales, y nunca son los primeros que entran por la brecha, pues los sobrepasan los hábiles que se ocultaban á sus espaldas, prontos á aprovecharse del esfuerzo.
Tenía miedo; veía su virtud y su casa bloqueadas, y acababa de ver al enemigo asomar por una brecha. Si la proximidad del crimen había despertado el instinto de la inveterada honradez, la proximidad del amor había dejado un perfume en el alma de la Regenta que empezaba a infestarse. «¡Qué fácil era el crimen! Aquella puerta... la noche... la obscuridad.... Todo se volvía cómplice.
¿Y qué vamos a hacer? preguntó Catalina palideciendo intensamente. Vamos a reducir la ración de cada uno a la mitad. Si, en quince días, Marcos no vuelve y no nos queda nada..., entonces veremos. Dicho lo cual, Hullin, Catalina y los contrabandistas, muy cabizbajos, tomaron el camino de la brecha.
Caparrosa tomó el boletín y trató de descolgarse de la ventana; pero mi tía, que ya había conseguido abrirse una brecha y tomar posiciones, le gritaba: No te bajes, muchacho, no te bajes, cómprame a mí otro, espera y diciendo y haciendo, forcejeaba su ridículo que se obstinaba en no abrirse, hasta que, después de mucho forcejear, pescó un peso, y estirando todo cuanto le fue posible el brazo derecho, lo alcanzó a Caparrosa que continuaba trepado en la ventana.
Esto sí, de adentro, muy cerca aún, el maligno malacara respondía a sus desesperados relinchos, con un relinchillo a boca llena. Hasta que esa mañana el viejo alazán halló la brecha muy sencillamente: Cruzando por frente al chircal que desde el monte avanzaba cincuenta metros en el campo, vió un vago sendero que lo condujo en perfecta línea oblicua al monte.
Se puso en pie sobre el pretil, y abrazado al ancla se arrojó al agua. Su cuerpo de coloso abrió en ella una grande brecha, que se cerró al instante. La mar profunda extinguió aquella chispa de vida, como tantas otras, con implacable indiferencia. Un marinero que le vió de lejos, corrió hacia el sitio gritando: ¡Hombre al agua! Otros tres o cuatro de las próximas embarcaciones le siguieron.
Palabra del Dia
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