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Actualizado: 18 de junio de 2025
Se detenía cerca de alguna loma favorita que le permitía sentarse, mientras que Eppie iba titubeando a recoger los botones de oro, interpelando a las criaturas aladas que murmuraban felices encima de sus pétalos brillantes y atrayendo continuamente la atención de «papá» cuando le traía su cosecha.
Don Diego, como queda dicho, llevó á D. Fadrique á la ciudad. Tenía D. Fadrique trece años, pero estaba muy espigado. Como iba de visitas de ceremonia, lucía casaca y chupa de damasco encarnado con botones de acero bruñido, zapatos de hebilla y medias de seda blanca, de suerte que parecía un sol.
Al oír esto solté insensiblemente mi bolsa en mi faltriquera, menos poseído ya de mi ardiente caridad. ¡Es posible! Traiga usted una alhaja. Ni una me queda; tú lo sabes: tienes mi reloj, mis botones, mi cadena... ¡Diez y seis pesos! Mira, con ocho me contento. Yo no puedo hacer nada en eso; es mucho. Con cinco me contento, y firmaré los diez y seis y te daré ahora mismo uno de gratificación...
Empezó de groom, con su chaquetilla listada de menudos y apretados botones, sus botas de montar y su gorra de librea.
Se colocaron los ramos de caracoles, cajitas de dulce y estampas; y por fin, los retratos de los dos sargentos hermanos de Juan Antonio, con su pantalón rojo, muy a lo vivo, y los botones amarillos, asomaban por entre las ramas de pino, como soldados que están en emboscada acechando al enemigo.
El autor parece haber puesto un gran interés en hacernos observar que las botas del poeta tienen seis botones cada una. ¿Cómo podrá luego pasarnos inadvertido el peso de aquella chistera tan ostensible? Y además, ¿qué hace allí aquella chistera, ya que el poeta está descubierto?
El amigo de los botones de áncora iba a responder, cuando un rumor, al principio lejano y en seguida más próximo, lo impidió; se distinguía una voz de hombre tímida y suplicante, y una voz de mujer agria y regañona. ¡Grandísimo embustero, te voy a confundir! dijo ella al entrar, con las ropas en desorden y arrastrando a un jovencito de unos quince años.
Amigas de Dios continuó muy recio, de modo que lo oyera la intrusa : mi papá vino de las Indias el año pasado..., y trajo cinco fragatas cargadas de onzas..., y un negrito para que le sirviera el chocolate...; y es tan rico, que se cartea con el rey de las Indias...; y a mí me da dos reales cada vez que es su santo..., y yo los echo en lo que me da la gana...; y tengo tres muñecas de resorte, y un muestrario de botones que le regaló a mamá para mí una modista que quitó la tienda...; y tengo dos marmotas de lana para ir al colegio en el invierno..., porque yo voy al colegio, y no a la escuela de zurri-burri, como algunas infelices... que yo conozco..., y puede que no estén muy lejos de aquí.
Yo continuó con una ligera dilatación de pecho, que ponía en peligro la seguridad de los botones de su levita, yo cuidaré de protegerla para que pueda usted recobrar lo que es de justicia.
Los botones de espuma y las hojas arrastradas, llagan lentamente á la compacta masa como viajeros cuya quietud nadie turba; después, repentinamente, se les ve temblar, dar vueltas sobre sí mismos y, aumentando la rapidez á cada instante, se precipitan en los pliegues del agua para desaparecer en la caída.
Palabra del Dia
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