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Actualizado: 22 de junio de 2025


Lo es tambien en casos de fotofobia, de irritacion de los bordes libres de los párpados, en personas nerviosas que cansan la vista en el bufete y en los talleres.

Hasta donde el fondo de la inmensa ranura tiene inclinación regular, se diferencia la superficie del ventisquero de la corriente igual del río. El roce del hielo contra los bordes no la riza en ondas semejantes á las de la ola en la ribera, sino que la quiebra y la parte en grietas que se cruzan en un laberinto de abismos.

Emprendió la marcha, hundiendo en la nieve sus piernas mal abrigadas, aquellos pantaloncillos de verano roídos por los bordes, que apenas si disimulaban las grietas y descosidos de las botas. Sus pies se enfriaron al contacto de la nieve; a los pocos pasos creyó que marchaba descalzo.

Entró en el bosque y lo atravesó con pie ligero: la sombra espesa aún de su follaje la sofocaba. Cuando los árboles se enrarecieron dejando paso a los rayos del sol se detuvo un instante y respiró a plenos pulmones con la sonrisa en los ojos. Y ya más libre y tranquila siguió caminando lentamente entre las encinas y chaparros hasta tocar en los bordes de la laguna.

Mas no hay que pensar en esto. De lo que me alegro infinito contestole el notario. No podéis imaginaros, doctor, hasta qué punto la idea de heridas avivadas y de bordes suturados me descomponen los nervios. ¡Examinemos otros medios más suaves, yo os lo ruego! La cirugía raramente procede con dulzura; pero, en fin, os queda la elección entre el sistema indio y el italiano.

Su sombrero de majestuosa halda tenía los bordes roídos y las plumas rotas. Vió sus pies por debajo de la mesa, y como la falda se le había subido al sentarse, pudo contar los agujeros y los remiendos de sus medias. Uno de sus zapatos mostraba la suela perforada por el uso, con un pequeño redondel en el sitio correspondiente á los dedos.

Al poner el pincel en el húmedo paquetillo, aparecía una mancha carminada, de tono intenso, que poco a poco se desvanecía sin llegar a los bordes. Entonces la joven sumergía las hojuelas en una solución de alumbre muy ligera, para fijar el color. Yo seguía leyendo; pero en ocasiones la doncella demandaba mi auxilio.

No pudo seguir en sus reflexiones. La tempestad había, estallado sobre él. La lluvia chorreaba por los bordes de su sombrero y corría a lo largo de su espalda. La noche había llegado de pronto. A la luz de los relámpagos veíase el mar con la superficie mate estremecida por el choque de la lluvia. Febrer marchó hacia la torre con toda la ligereza de sus piernas.

Dicen: «Concedednos el tiempo requerido. Esos bordes, dulcificados paulatinamente, haránse hospitalarios: dejadnos obrar. Los bancos, enlazados con los inmediatos bancos, perderán sus terribles remolinos. Estamos fabricando un mundo nuevo por si llega el caso de que el vuestro fenezca.

; él era, y se alegraba de que Coleta le reconociese. ¿Qué deseaba tomar? Pero antes de que el trapero contestase, Maltrana y su amigo se fijaron en una gran escoriación que enrojecía todo un lado de su cara. La sangre seca manchaba los bordes del desgarrón. Coleta levantó los hombros con indiferencia. Aquello no era nada: un tropiezo al salir de la taberna del Cubanito, la noche anterior.

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