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Actualizado: 22 de octubre de 2025
A corta distancia se ve brillar a través del ramaje la limpia superficie de un estanque de agua clarísima, que encierra el bosque por aquel lado una vasta muralla de cristal y que atrae sobre sus bordes una multitud innumerable de pajarillos.
Las piteras y chumberas, plantas rudas y antipáticas de los países abandonados, amontonaban en los bordes del camino una vegetación puntiaguda y agresiva. Sus vástagos rectos y cimbreantes, con un pompón de blancas cazoletas, sustituían a los árboles en aquella inmensidad horizontal y monótona no cortada por ondulación alguna.
Pues todos callan ante mí, yo callo ante todos. Veo, oigo y pienso. Así sabré todo lo que quiero. ¡Qué hermosa es la verdad, mejor dicho, estos bordes del manto de la verdad que alcanzamos a ver en la tierra, porque el cuerpo del manto y el de la verdad misma no se ven desde estos barrios!... Dios mío, me asombro de lo cuerdo que estoy.
Sus botas mostraban los tacones rotos y el cuero resquebrajado bajo los roídos bordes del pantalón.
Mientras tanto, las cestas de Nelet y Visanteta se llenaban hasta los bordes, y en el rostro de los dos criados iba marcándose el gesto de mal humor. ¡Vaya una compra! El bolso de doña Manuela parecía un cántaro sin fondo que iba regando de pesetas todo el Mercado. Abandonaron las carnicerías para entrar en el mercado de la fruta, entre los dos pórticos.
Tenía la actitud de abandono que presta el sueño. El calor concentrado bajo la carpa animaba sus mejillas de ardores un poco más vivos y entre los labios medio abiertos veía yo brillar la extremidad de sus dientes blancos como los dos bordes de una concha de nácar. Nadie más que yo asistía al sueño de aquel ser encantador.
Con una brusca sacudida echó fuera, sin tocarla, la reliquia, y puso después en su lugar el retrato. Estaba perfectamente, y sólo con recortarle un poco los bordes encajaría tan bien como si hubiese sido hecho el marco a su medida.
El Sena, todavía poco importante, porque no ha recibido aun las aguas del Marne, que le aumentan su caudal en las cercanías de Paris, hace allí un arco, dividiendo la pequeña y graciosa ciudad de Melun, reclinada sobre la falda de una colina, cuyos bordes salpican pequeños bosques de pinos y encinas.
Otra iglesia, de que no había quedado en pie más que el crucero, tenía el domo completamente verde, y las paredes de un lado rosadas y negras, como los bordes de una herida. Y por el suelo no podía ponerse el pie sin que saltase un arroyo. Llegaron a los volcanes; pasaron por las ciudades antiguas: más allá iban; y no se detuvieron.
Los sombreros, nuevos y flamantes unos, deformados e incoloros otros, con alas caídas y bordes de sierra, cubrían unos rostros en los que se mostraba toda la gradación del gesto humano, desde la indiferencia abobada y bestial, a la acometividad del que nace bien preparado para la lucha por la vida. Aquellos hombres recordaban lejanos parentescos animales.
Palabra del Dia
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