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Ferragut le obedeció, y media hora después fueron apareciendo, uno tras otro, dos buques prolongados y bajos de borda, que navegaban con gran velocidad. Eran como destroyers, pero sin mástiles, sin chimeneas, deslizándose casi á ras del agua, pintados de un color gris que les hacía confundirse con el mar á cierta distancia.

Agachados, corriendo por cerca de la borda, nos fuimos acercando hasta saltar a la toldilla de popa, que cogía casi toda la mitad del barco. Estuvimos allí esperando hasta ver si éramos descubiertos. Yo estaba temblando de frío. Tome usted; frótese usted me dijo, en voz baja, Allen dándome un trozo de sebo. Comencé a frotarme con aquello, y él me embadurnó la espalda.

Por una escalera de piedra bajaron hasta la orilla y pasando entre los obreros, los corredores, los marineros y los mendigos, se dirigieron hacia el tablón que unía el yate con el muelle. Al aproximarse, un joven alto y moreno apareció en la borda y salió á su encuentro. Aquí está el señor de Tragomer dijo la más joven levantándose el velo como con prisa de ver mejor.

El día veinticuatro de aquel mes, pasadas las seis de la tarde, tres gruesos galeones dejaban la bahía, desplegando una a una sus velas numerosas, que tomaban al pronto en el crepúsculo vivo tinte de oro y de sangre. En uno de ellos iba Ramiro asomado a la borda, y tendiendo su mirada, su imaginación y toda su alma hacia la fabulosa esperanza del horizonte.

Después de cenar en la borda, los tres hombres sacaron las muías y continuaron el viaje subiendo por el monte Larrun. Era la noche fría, comenzaba a nevar. En los caminos y sendas, llenos de lodo, se resbalaban los pies; a veces una mula entraba en un charco hasta el vientre y a fuerza de fuerzas se lograba sacarla del aprieto. Los animales llevaban mucho peso.

Además, era su padre, y el tío Tòfol, como todos los labriegos de raza latina, entendía la paternidad cual los antiguos romanos: con derecho de vida y muerte sobre los hijos, sintiendo cariño en lo más hondo de su voluntad, pero demostrándolo con las cejas fruncidas y alguno que otro palo. La pobre Borda no se quejaba.

¡Qué emociones debían de ser aquéllas! Y Bautista y Martín soñaban con el placer de atacar y de huir, de bailar en las fiestas de los pueblos y de robar en los Ayuntamientos, de acechar y de escapar por los senderos húmedos y dormir en una borda sobre una cama de hierba seca... ¡Barbarie! ¡Barbarie! replicaba a todo esto el gascón.

Hay estudiante que se acuesta satisfecho con media docena de miradas recogidas acá y allá, en sus idas y venidas por el Espolón o por la calle del Comercio; y niña casadera que tiene para ocho días con una flor amorosa que fingió desdeñar por impertinente y que saborea a sus solas, mientras borda unas zapatillas durante siete días mortales, detrás del cristal que azota la lluvia incansable.

Las canales que conducen de una á otra tienen poco fondo, y solo las chalupas pueden atravesarlas: reconocí al pasar la Isla Larga y la de Borda; pero una y otra ofrecen muy pocos recursos.

Apenas el gitano pronunció estas palabras, cuando de la tartana cayó al agua una especie de puente flotante, e inclinado, que estaba amarrado a la borda del buque por largos brazos de hierro. El caballo apoyó fuertemente sus patas delanteras sobre la extremidad de la plancha y de un vigoroso salto ganó el combés que se elevaba muy poco por encima del mar.