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En realidad, no solamente Ester, sino mucho más aún la tierna niña, necesitaban con urgencia los auxilios de un médico; la niña, que derivaba su sustento del seno maternal, parecía haber bebido toda la angustia, desesperación y agitación que llenaban el alma de su madre, y se retorcía ahora en convulsiones de dolor.

Come, pues, alguna cosa repetí a Yolanda, haciendo un corazón con los labios para que los convidados creyeran que le susurraba un cumplimiento. Decididamente, la cosa no marchaba; sin embargo, yo me había bebido ya dos botellas de ese vino blanco, y empezaba a sentirme hinchado como un odre.

Josefina iba perdiendo el miedo. Aquel señor tan feo no era malo. Se atrevió a pedir agua. El barón respondió que no se estilaba en aquella casa, y que lo mejor que le vendría ahora para quitar el susto era una copita de Jerez. Hízola traer, y luego que la niña la hubo bebido, los dos campeones del rey legítimo se retiraron a un rincón de la sala a deliberar.

Mirábame con ojos donde chispeaba la gana de soltar una carcajada. Paré, pues, en firme la lengua, y más colorado que un pavo tosí tres o cuatro veces hasta reventar, supremo disimulo que hallé entonces, y le pregunté, afectando gran dominio de mismo, cuántos vasos había bebido ya. Entablamos una conversación indiferente. Sin embargo, a los pocos momentos ella misma volvió a sacar la otra.

Quince ducados, señor. ¡Quince ducados! exclamó Francisco Montiño, metiéndose en un regateo que en aquellas circunstancias era un rasgo determinante del miserabilísimo carácter del cocinero ; ¿pues cuántas gentes han comido y bebido? Dos hidalgos, señor, cuatro criados... Basta... basta dijo el cocinero sacando de una manera nerviosa un bolsillo de los gregüescos ; tomad y adiós.

Lo admiraba porque era capaz de pasar un día entero con su noche sin levantarse de la mesa, vaciando botella tras botella. Además, tenía la elocuencia de un predicador cuando ensalzaba las virtudes curativas del whisky, remedio infalible para todos los disgustos y todas las enfermedades. Morales hasta conocía sus manías. Cuando había bebido más de una copa, se irritaba si le llamaban inglés.

En el momento de entrar Benina, acababan un juego, y antes de echar otra mano, el hijo de Doña Paca tiró sobre la mesa los asquerosos naipes, que en mugre competían con las manos de los jugadores; se levantó tambaleándose, y con media lengua y finura desconcertada, de la que suelen emplear los borrachos, ofreció a la criada de su suegra un vaso de vino. «Quite allá, señorito, yo ya he bebido... Se agradece...» dijo la anciana, rechazando el vaso.

Vuélvese Hernando de Rivera al Adelantado, el cual le quita, y á su gente, lo que llevan, y se tumultúan. Volvímonos á los Paresis, sin mas comida que palmitos y raices agrestes: y estando en los Xarayes, enfermó la mitad de la gente, siendo la causa el hambre y pobreza que pasaban en este viage, y el agua que habiamos bebido, y en que anduvimos treinta dias continuos.

Tal era la situación general; pero había dos sujetos, que acaso habían bebido más que los otros, que estaban más acalorados y que empezaron a mirarse con malos ojos por aspirar a lo mismo. Pedro Lobo y Arturito se empeñaron ambos en querer Merengue de fresa.

Eran los patriarcas de la bodega: estaban bautizados con los nombres de los héroes que gozaban de fama universal cuando ellos nacieron. Un barril se llamaba Napoleón, otro Nelson; los había adornados con la corona real de Inglaterra, porque de ellos habían bebido monarcas de la Gran Bretaña.