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Actualizado: 11 de junio de 2025
Ya desencadenada, no siempre sube la tormenta á escalar las alturas que la dominan: permanece frecuentemente en las zonas bajas de la atmósfera en que se formó, y el espectador tranquilamente sentado en la hierba seca de los altos prados iluminados puede ver á sus plantas á las nubes contrarias batallar enfurecidas. ¡Cuadro tan magnífico como terrible!
Pero Lituca, de rodillas y rezando, como su madre, volvía rápida a clavar la vista en el crucifijo, como el sediento caminante los labios en el caño de una fuente, y así refrigeraba y fortalecía su espíritu en cada desfallecimiento que le causaba aquel incesante batallar de la muerte para acabar con una vida que también había sido risueña y juvenil como la suya.
Rafael comenzó por un elogio a la historia intachable, a la consecuencia política, a la sabiduría de aquel venerable septuagenario que todavía tenía fuerzas para batallar por los ideales de su juventud. Era de rúbrica un exordio como este; así lo hacía el jefe. Y al hablar, su vista se fijaba angustiosamente en el reloj. Quería ser largo, muy largo.
Los colombianos traían marcadas en las heridas de la carne, y muchos en las del corazón, las huellas del largo batallar en las llanuras de Venezuela y en los Cerros granadinos, contra la fuerza, la arrogancia y el valor españoles. Los argentinos recordaban la incomparable hazaña del paso de los Andes, cuando en las alturas donde mora el cóndor habían librado combates inmortales.
Mientras, tendidos en el declive de una parva, hablábamos de la patria ausente y contemplábamos la sabana, débilmente iluminada por la claridad de la noche y las cimas caprichosas de las pequeñas montañas que la limitan, llegaban a nuestros oídos ruidos confusos desde el interior de la casa, rumor de duro batallar, gritos de victoria, imprecaciones, himnos.
Después de mucho batallar con este pensamiento, no arriesgándose a hacer la confesión de palabra ni a escribirla bajo su firma, remitió a D. Pedro, disfrazando la letra, una carta anónima. «La niña que usted ha recogido hace seis años es hija de su esposa y de un caballero que frecuenta su casa y a quien usted llama su amigo. No le digo a usted el nombre.
La usura le había proporcionado un pequeño capital para su empresa, y luego de batallar algunos años con la rutina de los campesinos, de habituarlos a vivir en paz con las máquinas y de extraer de las profundidades del subsuelo las venas líquidas para esparcirlas en redes de irrigación, cuando la tierra empezaba a responder a estos esfuerzos con sus primeros productos, los acreedores habían caído sobre él, ejecutándolo con glacial ferocidad.
Palabra del Dia
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