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Actualizado: 24 de julio de 2025
-Ya he dicho -respondió la Trifaldi- que con la clavija, que, volviéndola a una parte o a otra, el caballero que va encima le hace caminar como quiere, o ya por los aires, o ya rastreando y casi barriendo la tierra, o por el medio, que es el que se busca y se ha de tener en todas las acciones bien ordenadas.
Eso no prueba más que tiene V. un corazón agradecido y piadoso. Maximina se ruborizó entonces hasta las orejas. Adolfo, a quien sin duda pareció muy mal esta alabanza y quería a todo trance desahogar su resentimiento, exclamó sonriendo estúpidamente: ¡Es una beatona! Se pasa la vida comiendo los santos. Pues ahora no estaba comiendo los santos, sino barriendo respondió Miguel.
Debajo del brazo traía una muñeca hecha de harapos, al parecer de confección propia, y casi tan grande como ella; una muñeca de cabeza cilíndrica y facciones toscamente dibujadas. Un largo chal, que visiblemente pertenecía a una persona mayor, le caía de los hombros barriendo el entarimado. Esta inesperada visita no complacía a la señora de Galba.
Llegóse el día, y tomaron los peregrinos el #camino# de Valencia; los cuales, otro día, al salir de la aurora, que por los balcones de Oriente se asomaba, barriendo el cielo de las estrellas y aderezando el camino por donde el sol había de hacer su acostumbrada carrera, Bartolomé, que así creo se llamaba el guiador del bagaje, viendo salir el sol tan alegre y regocijado, bordando las nubes de los cielos con diversas colores, de manera que no se podía ofrecer otra cosa más alegre y más hermosa a la vista, y con rústica discreción dijo: -Verdad debió de decir el predicador que predicaba los días pasados en nuestro pueblo cuando dijo que los cielos y la tierra anunciaban y declaraban las grandezas del Señor.
Pero su soledad le horrorizaba... tenía miedo del aire libre, quería un refugio, todo era enemigo. «Su madre, su madre del alma». Salió del templo, corrió, entró en su casa. Doña Paula barría el comedor; un pañuelo de percal negro le ceñía la cabeza sobre la plata del pelo espeso y duro, como un turbante. ¿Vienes del coro? Sí, señora. Doña Paula siguió barriendo.
La rociada de la batería oculta pasó á lo largo de la avenida, barriendo los vivos, destrozando por segunda vez á los muertos, matando los caballos, rompiendo las ruedas de las piezas, haciendo volar un armón con llamaradas de volcán, en cuyo fondo rojo y azulado saltaban cuerpos negros. Vió centenares de hombres caídos; vió caballos que corrían pisándose las tripas.
El narrador no ha hecho más que limpiar todo lo posible su lenguaje al transcribirlo, barriendo con la pluma tanta grosería y bestialidad, para no dejar sino la escoria absolutamente precisa. Cuando Mariano se retiró aquella noche a su miserable alojamiento, después de vagar toda la tarde y parte de la noche por las calles sin tomar alimento, sufrió un ataque epiléptico.
A falta de esclavina, los marinedinos alzaban cuanto podían el cuello del gabán o el embozo de la capa. Es que el viento era frío de veras, y sobre todo, incómodo; costaba un triunfo pelear con él. Entrábase por las bocacalles, impetuoso y arrollador, bufando y barriendo a las gentes, a manera de fuelle gigantesco.
Palabra del Dia
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