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Actualizado: 4 de junio de 2025
Ya abandona su guarida y corre como un gamo. ¡Tirad! Así era en efecto, porque al oir el negro las voces del corregidor y verse descubierto, emprendió la fuga á todo correr. Apunta dos varas á la derecha, muchacho, dijo un ballestero veterano, inmediato á Roger. No, apenas hay viento; con vara y media basta, contestó su compañero, soltando la cuerda de su ballesta.
¡Bravo, Yonson! exclamaron los arqueros. ¡Cuatrocientos veinte pasos! dijo un ballestero que con Arnaldo acababa de medir la distancia exacta y llegó corriendo al grupo. Pues ahora veréis cómo vuela un buen dardo del Brabante, dijo tranquilamente el ballestero. ¡Por la cruz de Gestas! gruñó Tristán, ha caído cerca de la quinta pica. ¡No, más allá, más allá! gritaron entusiasmados los flamencos.
Debajo de la espaldilla izquierda, fué lo único que dijo su matador, adelantándose á recobrar su dardo. Á perro viejo no hay tus tus. Esta noche podrás emborracharte con el mejor vino de Southampton, dijo el personaje á su impasible ballestero. ¿Estás seguro de haberlo despachado? Tan muerto está como mi abuela, señor. Corriente. Ahora al otro bribón.
Os pido que me permitáis morir con esa reliquia en la mano, y de esta manera no sólo obtendré mi salvación eterna sino también la vuestra, pues debiéndoos tan gran merced, no dejaré de interceder por vos un solo día. Á una señal de su jefe, el ballestero Jacobo descalzó al malhechor y halló en la bota la valiosa reliquia, envuelta en luenga tira de fino cendal.
Un galón de vino del Jura apuesto por el arco, dijo Reno, y por mis barbas que preferiría apostarlo de buena cerveza de Londres si tal hubiera por estas tierras. ¡Apostado! exclamó el ballestero. Lo que no veo, continuó mirando rápidamente en derredor, es un blanco que merezca tal nombre, pues yo no he de perder el tiempo tirando á esos escudos, buenos para ejercitar reclutas.
Es mi soldado Arnaldo, que marca el lugar donde cayó mi dardo y sabe que allí nada tiene que temer de vos, dijo el ballestero. ¿No? ¡Pues que Dios lo perdone! exclamó Tristán tendiéndose de nuevo en el suelo, afirmando los pies y tirando de la cuerda hasta hacer crujir el arco. ¡Allá va!
Buen tirador sois, á fe mía, dijo gravemente el ballestero, pero no habéis probado serlo mejor que yo. Apunté á la cigüeña y dí en el blanco; nadie hubiera podido hacer más.
Pero probados ya el tiro al blanco y el de distancia, voy á demostraros á mi vez cómo el arco gana á la ballesta en fuerza de penetración. ¿Véis aquel escudo, en la altura? Es de roble recubierto de cuero. Clavad en él vuestro dardo lo más profundamente que podáis. Allá va, dijo el ballestero, á quien imitó Simón después de ensebar con cuidado la punta de su flecha.
¡Quinientos ocho pasos! voceó Arnaldo y repitieron todos con asombro. ¿Cuál de las dos armas vence ahora? preguntó orgullosamente el ballestero. En el tiro á distancia, la vuestra lleva la ventaja, lo confieso, replicó Yonson cortésmente. ¡Poco á poco! gritó en aquel punto nuestro amigo Tristán con un vozarrón tremendo y adelantándose hasta llegar junto al engreído ballestero.
Palabra del Dia
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