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Actualizado: 22 de julio de 2025
La vida ciudadana le había enseñado que un cuerpo humano no puede tomarse todo el espacio por suyo, antes necesita ceñirse a que otros cuerpos transiten por los mismos lugares que él. Chinto dejaba, pues, más hueco, se recogía, no se balanceaba tanto.
Por las ventanas entreabiertas penetraba el vaho cálido y soñoliento de la solanera, algún lejano repique de las campanas de la Concepción Nueva, y el arrullo de las tórtolas que se enamoran en las barandas. El monótono susurro de las moscas se balanceaba sobre el viejo tul, antiguo velo nupcial de la señora de Marques, que cubría ahora, en el aparador, los platos de cerezas.
Ben-Tovit, animado por las exclamaciones de compasión que profería de vez en cuando su vecino, daba a su rostro una expresión de sufrimiento, cerraba los ojos, balanceaba la cabeza, gemía, mientras de las profundas simas de la montaña y de las llanuras lejanas ascendía la obscura noche, que parecía deseosa de ocultar al cielo el gran crimen que se acababa de cometer sobre la tierra.
Lo mismo que la vez anterior, dió varias vueltas en torno de él con la cara oculta. Al fin se decidió á subir á una de las piernas extendidas del coloso. Entonces pudo darse cuenta de que el visitante era más grueso que Popito y se balanceaba á cada paso.
Como decían en el inmediato pueblo de la Presa, era un hombre que, vistiese como vistiese, tenía aire de señor. Llevaba casi siempre botas altas, gran chambergo y poncho. Pendiente de su diestra se balanceaba el pequeño látigo de cuero, llamado rebenque. Los edificios de su estancia eran modestos.
Pero eran tantos los que se aglomeraban para este esfuerzo superfluo y tan desordenados sus movimientos, que el Señor del Milagro se balanceaba, con peligro de venirse al suelo, y la policía creía necesario intervenir, ahuyentando á palos á los devotos excesivos. Cuando terminó la procesión, Rosalindo apagó los catorce cirios, calculando lo que podrían darle por los cabos.
En el puerto vieron multitud de barcas y botes, y anclado á buena distancia un buque de gran tamaño que se balanceaba sobre las espumosas olas. ¡Dios sea loado! exclamó el barón. Nuestros amigos de Southampton han cumplido su promesa y hé allí el galeón pintado de amarillo que nos describían y ofrecían enviarnos á Lepe en sus últimas cartas. Amarillo canario, dijo Roger.
El clérigo saltó también por encima de los bancos, y se fue a sentar no lejos de ella. La sombra, en efecto, era grata en aquella hora del mediodía. La corriente balanceaba suavemente la lancha y producía al chocar un glu glu suave y cristalino que convidaba al sueño. Después de alegrarse de su buena fortuna por hallar asiento tan agradable y de cambiar algunas frases, ambos guardaron silencio.
Prófugo del presidio, hacía una semana que se encontraba en Lima; y desde su regreso no cesó de acechar en el templo al virrey, buscando ocasión propicia para asesinarlo. Aquella misma noche se encomendó la causa al alcalde don Rodrigo de Odría, y tanta fué su actividad que, ocho días después, el cuerpo de Villegas se balanceaba como un racimo en la horca.
Piensan como excusa que cuando bajen a tierra ya no la verán más, y que aquí en el buque todo resulta bien. Siguió Nélida adelante, hasta llegar al extremo de babor, donde estaba sentada su madre, teniendo a un lado al hijo medio imbécil y al otro el venerable jefe de la familia, que balanceaba su cabeza de patriarca entornando los ojos, cual si acariciase mentalmente un negocio nuevo.
Palabra del Dia
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