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Actualizado: 17 de junio de 2025
Cantaban también los borrachos de dos en dos o tres en tres con voces ásperas desafinadas, metiéndose el aliento por las narices, balanceándose grotescamente, esparrancados sobre el césped. Y los mozos y mozas de la danza-prima se desgañitaban, queriendo aguzar cada vez más las notas largas, dormilonas, de sus baladas antiquísimas.
Aquel peñasco hospitalario, que admite á todas las razas y religiones, colocado entre la España católica, intolerante y fanática por sus instituciones papales, y el África mahometana, intolerante y fanática por resentimiento y por su atraso en la civilizacion; aquel peñasco, digo, me parecía allí, azotado por las ondas balanceándose entre dos mundos enemigos, como una arca de salvación que llevaba en su seno la idea redentora de la libertad, del derecho y la fraternidad!
Pero Tono no le dejó acabar. ¡Gallina! ¡Morral! ¿Y para contarle todo aquello iban vagando por las calles? Ahora mismo le rompía la cara. El Menut se hizo atrás para evitar el golpe. También él mostró deseos de agarrarse allí mismo; pero se contuvo viendo una tartana que se aproximaba lentamente, balanceándose sobre los baches de la ronda y con su conductor todavía adormecido.
En los freos amontonábanse las olas con remolinos furiosos, pero bastaba un golpe de barra, una desviación de la proa, para quedar al abrigo de una isla, balanceándose la barca en aguas tranquilas, paradisíacas, límpidas, con un fondo visible de extrañas vegetaciones, en el que bullían los peces entre chisporroteos de plata y relámpagos de carmín.
Mientras pasaba la procesión, la niña estuvo inquieta, moviéndose y balanceándose como un ave á punto de emprender el vuelo; pero cuando todo hubo terminado, miró á Ester en el rostro, y le dijo: Madre, ¿es ese el mismo ministro que me besó junto al arroyo?
Un permiso inesperado.... Una breve comisión en París.... Veinticuatro horas nada más.... No pudo seguir hablando. Los dos se habían abrazado, balanceándose con las explosiones de su alegría. Empezó á rasgarse el silencio con unos besos sonoros y escandalosos como los taponazos del champaña. La vieja se levantó, ceñuda y grave. Allí estaba de sobra una persona; no necesitaba que se lo dijesen.
Algunas rocas se asomaban tímidamente entre la arena, como para brindar con asientos y descanso en aquella tranquila orilla. A una de estas rocas estaba amarrada la barca del pescador, balanceándose al empuje de la marea, cual se impacienta el corcel que han sujetado.
Los oficiales que advirtieron la taciturna tristeza de su camarada, le sacaron del éxtasis en que se encontraba sumergido, y presentándole una copa, exclamaron en coro: ¡Vamos, brindad vos, que sois el único que no lo ha hecho en toda la noche! Los militares acogieron el brindis con una salva de aplausos, y el capitán, balanceándose, dió algunos pasos hacia el sepulcro.
Mientras los dos conversaban, balanceándose ligeramente con el paso lento de sus caballos, un jinete apareció y se ocultó repetidas veces en el fondo del paisaje, pasando de la orilla del río á las dunas de arena que las inundaciones habían dejado tierra adentro. Este jinete que se aproximaba ó se alejaba en un galope caprichoso era Celinda Rojas.
Traídas por los fámulos del Tribunal, en lo alto de luengos mástiles verdes, y balanceándose por encima de la procesión, venían en seguida hasta seis figuras humanas hechas de paja y estameña. Impávidos muñecones con grandes ojos de betún y boca de almagre, peleles siniestros, cuyas piernas, demasiado livianas, danzaban continuamente en el vacío, remedando la pataleta de los ahorcados.
Palabra del Dia
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