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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Hasta que, al fin, salió Lucía, y no volvió más: Sol la halló luego, con los ojos secos y el talle desgarrado. Y aquello crecía. Hoy era una dureza para Sol. Otra mañana. A la tarde otra mayor. La niña, por Ana y por Juan, no las decía. Juan, apenas bajaba.
Llegó día en que Maxi se expresaba con una violencia muy opuesta a su carácter pacífico, y cuando no le contradecían, se contestaba él, echando leña por sí propio en la hoguera de su ira; y por fin se iba refunfuñando, cerraba con golpe formidable la puerta, y bajaba la escalera de cuatro en cuatro peldaños. Por las noches el lobo se trocaba en cordero.
Traían los cabellos sueltos por las espaldas, que en rubios podían competir con los rayos del mismo sol; los cuales se coronaban con dos guirnaldas de verde laurel y de rojo amaranto tejidas. La edad, al parecer, ni bajaba de los quince ni pasaba de los diez y ocho.
»También alabó este segundo soneto Anselmo, como había hecho el primero, y desta manera iba añadiendo eslabón a eslabón a la cadena con que se enlazaba y trababa su deshonra, pues cuando más Lotario le deshonraba, entonces le decía que estaba más honrado; y, con esto, todos los escalones que Camila bajaba hacia el centro de su menosprecio, los subía, en la opinión de su marido, hacia la cumbre de la virtud y de su buena fama. »Sucedió en esto que, hallándose una vez, entre otras, sola Camila con su doncella, le dijo: »-Corrida estoy, amiga Leonela, de ver en cuán poco he sabido estimarme, pues siquiera no hice que con el tiempo comprara Lotario la entera posesión que le di tan presto de mi voluntad.
La doncella había de tener su lecho cerca del señorito, por si llamaba, para avisar a la madre, que bajaba inmediatamente. En casa el Magistral era el señorito. Así le nombraba el ama delante de los criados y era el tratamiento que ellos le daban y tenían que darle. A doña Paula, que no siempre había sido señora, le sonaba mejor el señorito que un usía.
María, después de haber llorado, quedó sosegada y hasta contenta. Genoveva le dijo al oído, mientras bajaba el sacerdote del púlpito: Señorita, acabo de ver entre la gente a don César. La niña se inmutó ligeramente. El grupo comenzó a disolverse, extendiéndose por todo el ámbito del templo. La mayor parte de la gente acudió a la puerta en tropel, empujándose para salir.
Se levantaba con estrellas, y en cuanto se levantaba subía al mirador, escrutaba el cielo y el mar, y después de haber trazado en la cabeza un estado meteorológico provisional del día, bajaba a fijarlo definitivamente a la punta del Peón.
Por la mañana bajaba a hacer su compra, con su cesto al brazo, y al cuarto de hora volvía. Ella misma se hacía la comida y limpiaba la casa, en cuyas operaciones se le iba casi todo el día.
El anciano temblaba de pies a cabeza; veía la silueta de aquel cuerpo vigoroso destacarse negra sobre el fondo claro de la ventana; veía los movimientos del pecho que subía y bajaba alternativamente, que silbaba y gemía como un volcán; sentía el hálito ardiente de la respiración de Roberto en su rostro. Reúne tus ideas, amigo mío repuso suavemente. El joven luchaba por tomar una determinación.
Uno de los obreros levantó la vista y le clavó una mirada indefinible de odio y desprecio. Cuando el mueble estuvo en su sitio, el duque mandó enganchar y se dirigió a sus habitaciones a quitarse el polvo. Poco después bajaba por la gran escalinata del jardín y montaba en coche, dando orden que le condujesen al hotel de su querida.
Palabra del Dia
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