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Actualizado: 2 de julio de 2025


Ese ídolo es adorado un dia, luego se ve que es barro; el idólatra se avergüenza; se retira á escondidas del falso culto, y el dios fingido cae del altar.

Tal consideración me avergüenza y humilla, en vez de llenarme de vanidad; y, aunque no sea de silfos, sino de hombres como yo, el público que ha de leerme, todavía le presento con grandísima desconfianza este escrito, que no he tenido reposo, ni humor, ni tiempo para hacer más breve.

Y, para confirmación desta verdad, te quiero decir una estancia que hizo el famoso poeta Luis Tansilo, en el fin de su primera parte de Las lágrimas de San Pedro, que dice así: Crece el dolor y crece la vergüenza en Pedro, cuando el día se ha mostrado; y, aunque allí no ve a nadie, se avergüenza de mesmo, por ver que había pecado: que a un magnánimo pecho a haber vergüenza no sólo ha de moverle el ser mirado; que de se avergüenza cuando yerra, si bien otro no vee que cielo y tierra.

Hay cosas que se avergüenza uno de confesarse a mismo; y esas cosas, por extraña contradicción, fatigan y matan si con alguien no se confiesan. Por eso voy a decírtelo todo. No seas severo conmigo. No me condenes por miserable y falto de pudor si te lo digo todo: si te descubro lo que a mismo debiera yo ocultarme. »Harto conoces mis ideas.

26 Como se avergüenza el ladrón cuando es tomado, así se avergonzarán la Casa de Israel, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes, y sus profetas; 28 ¿Y dónde están tus dioses que hiciste para ti? Levántense, a ver si te podrán librar en el tiempo de tu aflicción; porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses.

Perfectamente, hija mía contestó el Conde con una ligera sonrisa. ¡Ah! exclamó Judit, desesperada; esa desgraciada carta le prueba que soy una pobre muchacha sin talento, sin educación, que se avergüenza de su ignorancia y que daría cualquier cosa por salir de ella... Pero ¿cómo he de lograrlo, si usted no viene en mi auxilio, si no me ayuda con sus consejos y su apoyo? ¿Qué quiere usted decir?

Dice que sin ella y con la barba blanca que antes traía aparento tantos años que le da vergüenza ir conmigo por la calle...¡Como si a pesar de estos adimentos ridículos no se conociese que paso de los ochenta!... Yo bien comprendo que a ella le avergüenza estar casada con un ochentón, y usted mismo se habrá dicho al vernos: «¡Vaya un matrimonio estrafalario!... ¿Cómo se le habrá ocurrido a este viejo decrépito casarse con una joven tan linda?...» Nada; no me diga usted nada; quien dice usted, dice todos los demás que nos conocen.

Mas aun no vemos que todas las cosas le son sujetas. 11 Porque el que santifica y los que son santificados de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 Diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré. 13 Y otra vez: Yo confiaré en él. Y otra vez: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.

Adviértase, no obstante, que el mismo Calderón no oculta ni se avergüenza en lo más mínimo de hacerlo así, y de señalar la fuente en donde bebe, puesto que dice: La dama duende será, Que volver á vivir quiere. En su Casa con dos puertas, indica con toda claridad, que, al escribir su Dama duende, ha tenido á la vista otra comedia antigua semejante.

Los mocosos ya no se conforman con ser aprendices y quieren pasar a amos; y... ¿qué más? Antonio se avergüenza de ser comerciante, y va por las tardes a la Alameda en un cochecillo ridículo, guiando como si fuese un cochero. Antes soñaba con que su hijo fuese abogado, y ahora mira impasible cómo abandona los estudios y se entera con gusto de sus progresos en la equitación.

Palabra del Dia

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