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Escarpaba la roca, la hacía intransitable al paso humano y dejaba una sola entrada subterránea perforada á pico en el espesor de la peña. Metidos en su guarida, los habitantes de la fortaleza obstruían la abertura con un peñasco, y ya no les podía visitar más que algún ave.

Miguel adquirió en Inglaterra un yate velero, de proa afilada y arboladura audaz, con máquina auxiliar, y le puso un nombre de ave marina, pero en español: Gaviota. Deseaba prolongar en el Océano su vida terrestre, seleccionando de ella todo lo más interesante, y por esto quiso embarcar á Sergueff.

En el borde de un hoyo, los unos cerca de los otros, yacían liebres de rojo pelo y conejillos grises de cola blanca, con las patitas juntas por la muerte, en actitud de implorar misericordia, y con ojos empañados como si llorasen; además, perdices rojas, machos de perdiz grises, con la herradura como mi camarada, y perdigoncillos de aquel año que, como yo, tenían todavía pelusa debajo de las plumas. ¿Hay nada más tétrico que una ave muerta? ¡ Las alas son tan vivas!

Sólo consintió el gavilán en perdonar a la paloma la vida, si el rey le daba de su propia carne cantidad igual en peso al peso de la paloma. Aceptó el rey el convenio y empezó a cortar pedazos de su carne y a ponerlos en una balanza, en uno de cuyos platillos estaba ya la paloma. Pero por más que el rey se despedazaba, nunca igualaba el peso del ave.

Las miradas terribles de Pepe Vera la fascinaban, como fascinan al ave las de la serpiente. ¿Por qué no ha de decirse la verdad? continuó Pepe Vera sin alterarse ¿Por qué no habéis de confesar que no os halláis en estado de cantar? ¿Es pecado por ventura? ¿Sois esclava, para que os arrastren a hacer lo que no podéis? Entre tanto, el público se impacientaba. El director no sabía qué hacer.

El susto fué general, y la alarma llegó á su colmo cuando un surtidor de caldo, impulsado por el animal furioso, saltó á inundar mi limpísima camisa: levántase rápidamente á este punto el trinchador con ánimo de cazar el ave prófuga, y al precipitarse sobre ella, una botella que tiene á la derecha, con la que tropieza su brazo, abandonando su posición perpendicular, derrama un abundante caño de Valdepeñas sobre el capón y el mantel; corre el vino, auméntase la algazara, llueve la sal sobre el vino para salvar el mantel; para salvar la mesa se ingiere por debajo de él una servilleta, y una eminencia se levanta sobre el teatro de tantas ruinas.

Eran indudablemente de la misma edad: debía estar al final de la veintena; ¡pero tan esplendorosa, tan distinta a las otras mujeres!... Parecía un ave exótica, un pájaro del Paraíso caído en un corral, entre lustrosas y bien cebadas gallinas. Don José el apoderado conocía su historia... ¡Una cabeza desbaratada la tal doña Sol!

Se escabulló sin esperar la opinión de Segunda. Platón, comprendiendo por instinto antes que por criterio, que las órdenes de Estupiñá eran más prácticas que las de la placera, salió y fue presuroso a la calle del Ave María. La primera persona que llegó a la casa fue Guillermina, a quien Plácido enteró por el camino de cuanto había ocurrido.

A mi los naturales, preguntados Sobre esto, muchas veces me dijeron, Que vieron dos navios anegados, Y en un punto de vista los perdieron, Con lenguas fueron bien examinados, Los indios que esto á mi me refirieron, Y dicen, que escapó solo una nave, Que vuela por los aires como un ave.

Ni un ave en el espacio, ni un ser viviente en el suelo en cuanto abarcaba la vista, y el rumor continuo, igual, monótono, del invisible río, como si fuera el estertor de la naturaleza, que se moría tiritando, anémica y abotargada por la frialdad.