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Actualizado: 13 de mayo de 2025


De pronto vió ante ella una portezuela roja de automóvil abierta por la mano de su compañero. Sube ordenó Julio. Y ella subió apresuradamente, con el ansia de ocultarse cuanto antes. El vehículo se puso en marcha á gran velocidad. Margarita bajó inmediatamente la cortinilla de la ventana próxima á su asiento.

Necesitaba mi emoción como un aplauso. Empecé á pensar en el ingeniero, luego en Olga, y fuí adivinando todos los actos de mi protector con algunos minutos de antelación. Casi fué un deporte agradable para ver cómo la realidad se iba plegando á mis inducciones. El automóvil abandonó las calles iluminadas, como yo había previsto.

La verja quedó abierta, y ya no volvió á cerrarse nunca. Terminaba el derecho de propiedad. Se detuvo ante la entrada un automóvil enorme cubierto de polvo y lleno de hombres. Detrás sonaron las bocinas de otros vehículos, que se avisaban al detenerse con seco tirón de frenos.

Las semillas, como pulpos en gestación, se preparaban á extender los tentáculos de sus raíces hasta los cráneos que pocos meses antes contenían gloriosas esperanzas ó monstruosas ambiciones. La vida iba á renovarse una vez más. El automóvil se detuvo. Corrió el guía entre las cruces, inclinándose para descifrar sus borrosas inscripciones. ¡Aquí es!

Sus brazos desnudos, escapando de la sedosa capa, se cerraron sobre los hombros de él, formando un anillo apretado: su boca sumisa, buscando la otra boca, se entregó humildemente, con un deseo de dar la felicidad. Pasó por el fondo de la calle un vivo resplandor, sacándolo todo de la penumbra con fugaz relieve, lo mismo que un relámpago. Era el reflector de un automóvil.

Por aquí dijo el oficial, al que se habían agregado cuatro soldados para llevar á hombros varios sacos y paquetes traídos por Desnoyers en el techo del automóvil. Avanzaron en fila á lo largo de un muro de ladrillos ennegrecidos, siguiendo un camino descendente.

Allí iba todo el señorío. El automóvil aceleró su marcha por las amplias calles del ensanche, desiertas á aquellas horas, y paró con violenta rapidez entre los carruajes que estaban estacionados ante la iglesia del Sagrado Corazón, una obra prodigiosa de confitería arquitectónica, en la que el blanco de las ojivas se combinaba con el color rosa de los muros.

Iba trémula, de un costado a otro del buque, erguida dentro de un elegante vestido de viaje, flotando sobre su espalda un largo velo y agitando un pañuelito en la diestra. Sonreía a un bote automóvil que evolucionaba en torno al trasatlántico. En la popa de aquél estaba sentado un buen mozo con pantalones de franela blanca, sombrero de paja y una flor en la solapa de su americana azul.

Hay países de una intensa vida económica que pueden permitirse el lujo de cambiar frecuentemente de ministros, así como un hombre rico cambia frecuentemente de automóvil; pero nosotros no estamos en el mismo caso. ¡Si cada nueva cesantía anulase una cesantía vieja! ¡Si cuando el señor Prado Palacio, por ejemplo, sea declarado ex ministro, dejasen de ser ex ministros el marqués de Lema o el conde de Bugallal!... Pero, hoy por hoy, lo que nos conviene es ir tirando con los ex ministros actuales.

Insensible á la voz y á los ojos de ella, habló Robledo fríamente, lo mismo que si expusiese un trabajo de ingeniería. Había discurrido, mientras conversaba con Federico, la manera de sacarlo de París. Buscaría al día siguiente un automóvil para él, como si se le hubiese ocurrido de pronto emprender un viaje á España. Era oportuno tomar precauciones.

Palabra del Dia

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