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Rosita le decía don Modesto , antes comía usted lo que un pájaro puede llevar en el pico, pero ahora está usted acreditando que lo que se cuenta del camaleón no es fábula. Ya ve usted respondía Rosita que gozo de perfecta salud, lo cual prueba que necesitamos muy poco para vivir y que todo lo demás es pura gula. En cuanto a su austeridad, había llegado a ser algo más que severa; era cáustica.

Algunas, vestidas de negro con una austeridad monjil, acometían desde las primeras frases el elogio o el lamento de sus difuntos maridos. Verificábase una aproximación general, como si todos en el buque despertasen de pronto, reconociéndose antiguos parientes.

Rara prudencia y singular entereza supo mostrar doña Mencía para conservarse en cierto modo neutral estando tan divididos los ánimos, sin dejar de ser fiel y sin faltar al pleito homenaje que a los de su casa y familia les era debido. Todos respetaban a doña Mencía, la cual, gracias a su austeridad y recogimiento, estaba en opinión de santa.

Las señoritas que ya estaban en edad de afeitarse fingían rubor ante sus miradas audaces; pero las que no se veían objeto de la belicosa admiración se mostraban nerviosas, envidiando á sus compañeras. Pasó por entre estos guerreros, con toda la austeridad de su carácter universitario y sus opiniones antimilitaristas, el profesor Flimnap.

El recogimiento y la austeridad de Juanita al fin surtieron efecto. La idea que el padre Anselmo concibió de que había logrado convertir a aquella pecadora incipiente y de atraer al aprisco a la ovejita descarriada antes que cayese entre las uñas y la boca del lobo, fue adquiriendo resonancia y eco entre el vulgo.

A pesar de su grande autoridad como hombre de ciencia y a pesar de la austeridad de sus costumbres, el Padre Ambrosio era benigno y afable con todos los hombres y más aún con los desatendidos y desdeñados.

La familia de la duquesa, como algunas de la grandeza, era sumamente devota; y en este espíritu había sido educada Leonor. Su reserva y su austeridad la alejaban de los placeres y ruidos del mundo, a los cuales, por otra parte, no tenía la menor inclinación. Leía poco y jamás tomó en sus manos una novela. Ignoraba enteramente los efectos dramáticos de las grandes pasiones.

Maximiliano no se sentó, doña Lupe , y en el centro del sofá debajo del retrato, como para dar más austeridad al juicio. Repitió el «muy bien, Sr. D. Maximiliano» con retintín sarcástico. Por lo general, siempre que su tía le daba tratamiento, llamándole señor don, el pobre chico veía la nube del pedrisco sobre su cabeza.

Reza el refrán, que honra y provecho no caben en un saco; pero Juana la Larga, sobre ser honrada, rayando su honradez en austeridad para que se borrase la mala impresión de sus deslices juveniles, era además, una matrona llena de discreción y de juicio, y sabía que el mencionado refrán se equivocaba a menudo.

Pero la escuela de la prosperidad material, que será siempre ruda prueba para la austeridad de las repúblicas, ha llevado más lejos la llaneza de la concepción de la conducta racional que hoy gana los espíritus. Al código de Franklin han sucedido otros de más francas tendencias, como expresión de la sabiduría nacional.