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Actualizado: 6 de octubre de 2025
Un ronquido continuo, un estertor de pobre bestia agonizante salía de su boca espumosa. En el cuerpo inmóvil, la única manifestación de vida era aquel aullido repitiéndose con una regularidad cronométrica, sin cambiar de tono. Los oficiales abandonaban á sus compañeras para meterse en el centro del corro. Al reconocer á Martínez, su sorpresa tomaba una expresión acariciante y fraternal.
Yo no sé si el alarido de un epiléptico da a los demás la sensación de clamor bestial y fuera de toda humanidad que me produce a mí. Pero estoy seguro de que el aullido de un perro rabioso, que se obstina de noche alrededor de nuestra casa, provocará en todos la misma fúnebre angustia.
La mordedura era nítida, dos agujeros violeta, que oprimí con todas mis fuerzas, y lavé con permanganato. Yo creía muy restrictivamente en la rabia del animal. Desde el día anterior se había empezado a envenenar perros, y algo en la actitud abrumada del nuestro me prevenía en pro de la estricnina. Quedaban el fúnebre aullido y el mordisco; pero de todos modos me inclinaba a lo primero.
Se alzó, se aproximó más á él y con más claridad oyó la voz de un hombre que cantaba allá arriba. El canto no era del país sino playera andaluza. Entonces arrimando la boca al agujero gritó con todas las fuerzas que le quedaban: «¡Celsoo!» Fué un grito horrible, extraño, semejante á un aullido. Como si con él exhalara toda la vida que aún tenía, después de lanzarlo cayó al suelo desmayada.
Rasgaba la «sirena» de minuto en minuto con un aullido lúgubre esta noche blanca sobrevenida en plena tarde. A corta distancia de las bordas cerraba la bruma toda visualidad. Los que miraban abajo sólo veían unos cuantos palmos de superficie acuática. Más allá, el humo turbio y denso lo devoraba todo.
Aún vivía en la torre del Pirata; aún estaba en medio de lobregueces, de una soledad poblada por los rumores de la Naturaleza, en el interior de un cubo de piedra cuyas paredes parecían sudar lóbrego misterio. Algo había sonado fuera de la torre: un grito, un aullido, distinto del de la otra noche, más sofocado, más lejano.
¡Compañero, qué rozario! exclamó Valero en el colmo de la indignación. ¿Le quea a uzté todavía algún novenario en la boca? Con la algazara que se armó despertose Manín, desperezose bárbaramente, abrió una bocaza de media vara, dejando escapar un aullido formidable, que impresionó al auditorio. Luego volvió el ciclópeo torso de medio lado y se dispuso a empalmar el sueño.
El aullido continuó sonando a largos intervalos, y cada vez que su ronca estridencia cortaba el silencio, Febrer se estremecía de impaciencia y de cólera. «¡Cristo! ¿Iba a pasar así la noche, desvelado por esta serenata amenazadora?...»
El santo varón quiso revestir su fisonomía y su persona de las apariencias de severidad y estoicismo que tan propias eran del momento, y aunque la proximidad y el aullido de los asesinos hicieron palpitar de temor su corazón fuerte, se sobrepuso a la angustia del momento y avanzó con paso seguro por la galería.
Otro aullido explotó, esta vez en el corredor central, delante de la puerta. Una finísima lluvia de escalofríos me bañó la médula hasta la cintura. No creo que haya nada más profundamente lúgubre que un aullido de perro rabioso a esa hora. Subía tras él la voz desesperada de mamá. ¡Federico! ¡Va a entrar en tu cuarto! ¡No salgas, mi Dios, no salgas! ¡Juana! ¡Dile a tu marido!...
Palabra del Dia
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