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La pobre lechera entra en nuestra estancia con cierto aire de aturdimiento, casi de confusion. ¿Qué sucede, mi buena señora Fonteral? la pregunté. Luisa está en cama; Luisa está enferma. Esta noticia nos desconcertó á mi mujer y á . ¿Qué tiene? preguntamos aun mismo tiempo mi mujer y yo. No lo que tiene; es decir, no lo y lo ; lo ; pero no decirlo.

También estaba en pie el picador, agitándose entre los brazos de los chulos, furioso contra el toro y queriendo evitar a viva fuerza, con ciega temeridad, y a pesar del aturdimiento de la caída, volver a montar y continuar el ataque. Fue imposible disuadirle; y volvió, en efecto, a montar sobre la pobre víctima, hundiéndole las espuelas en sus destrozados ijares.

Aresti creyó que se había desplomado un árbol sobre sus hombros. Fué un golpe que le sacó de su aturdimiento, haciéndole rugir de ira: un garrotazo en la espalda, que acabó con toda su bondad irónica de espíritu superior, despertando en él á la fiera.

Temió haberle involuntariamente herido al hablar de la vejez con excesivo desdén y, para destruir el efecto de su aturdimiento, redobló todavía su natural amabilidad. Si quiere dijo Camila, daremos un paseo por el parque y le acompañaré hasta una puertecilla que da al campo y que no alargará mucho su camino... Deme usted el brazo.

La bruma, el humo, el mismo aturdimiento de nuestras cabezas, nos impedía distinguir si eran españoles o enemigos; y cuando la luz de un fogonazo lejano iluminaba a trechos aquel panorama temeroso, notábamos que aún seguía la lucha con encarnizamiento entre grupos de navíos aislados; que otros corrían sin concierto ni rumbo, llevados por el temporal, y que alguno de los nuestros era remolcado por otro inglés en dirección al Sur.

Pero como era incapaz de un enfado prolongado, cambió de parecer al llegar a la puerta y dijo con gracioso aturdimiento lanzándose a abrazarle: Ya me desquitaré mañana; te confisco por todo el día. Aprobado respondió Raúl alegremente.

Fueron cinco años de aturdimiento en que desfilaron ante su vista calles populosas, teatros resplandecientes, hoteles magníficos, salones de baile, trajes deslumbradores, muchos conocidos y ningún amigo. Su marido se plegaba a sus caprichos a la fuerza, como un oso indómito que obedeciese gruñendo al palo del domador. Habían tenido una niña, que se murió a los cuatro meses.

Era leal, afectuosa sin malicia y sin envidia, de agudo ingenio, y más juiciosa y reflexiva en lo importante de lo que prometía su exterior y superficial aturdimiento. Como doña Luz era grave y mesurada, doña Manolita le servía como para completar sus modos de ser. Por esto, sin duda, y por las otras cualidades de que hemos hablado, doña Luz hizo de ella su compañera.

La terrible indicación de la marquesa amedrentó a Jacobo en medio de su aturdimiento y de su rabia; y quiso sondear si la existencia de aquellas pruebas era una mera amenaza. ¡No se me asusta a con leones de paja! exclamó irónicamente . Mi conciencia me dice que esas pruebas no existen, y no creo en ellas... Pues a ver si tus ojos convencen a tu conciencia replicó vivamente la marquesa.

Aún podíamos vernos; aún podíamos hablarnos. Llorábamos como se llora en la casa de un muerto cuando está todavía de cuerpo presente. El dolor parece anestesiado por el aturdimiento de la catástrofe; hay todavía una realidad que sirve de consuelo; queda aún el cuerpo ante la vista: se llora más por el futuro que por el presente.